La ciudad y los días

Carlos Colón

San Telmo y el Robespierre de Olvera

HAY tantas cosas dramáticas, serias, graves y relevantes sobre las que hablar en el debate público; son tantas las torpezas, tonterías, desaciertos, manipulaciones y desvaríos perpetradas por los socialistas en el gobierno de la nación, de Andalucía y de Sevilla; está tan claro que hasta muchos de sus votantes habituales y militantes no estabulados están hasta las narices del PSOE y que no pocos de sus líderes históricos discrepan abiertamente de los actuales dirigentes, que sorprende que el PP pierda el tiempo intentando convertir la apertura del palacio de San Telmo en un escándalo, cuando en realidad es la necesaria restauración de un importantísimo monumento maltratado durante décadas. Y una restauración ejemplar, además, llevada a cabo por Guillermo Vázquez Consuegra, un arquitecto andaluz de prestigio internacional, seria y reflexiva creatividad y respeto por el patrimonio, muy alejado de las frívolas aventuras en que otros colegas despilfarran alegremente presupuestos públicos en esa arquitectura-espectáculo que es la versión posmoderna o hipermoderna de la antigua alianza entre arquitectura y poder.

Algo había que hacer con San Telmo, ¿o acaso era cuestión de dejarlo caer? Pues Vázquez Consuegra era una elección idónea para hacerlo. Algún uso había que darle, ¿o acaso se justificaría la inversión en su restauración para dedicarlo únicamente a visitas culturales? Pues centralizar en él los servicios de la Presidencia de la Junta de Andalucía es un uso institucional tan bueno como cualquier otro. A partir de ahora habrá que estudiar la compatibilidad entre ese uso institucional, las visitas culturales y la realización de actividades culturales abiertas al público, para las que ofrece espacios de extraordinaria hermosura redescubierta o recreada por Vázquez Consuegra. Y punto.

Lo que no debe hacerse desde la oposición, con la que está cayendo, es decir esas tonterías demagógicas de la conversión de José Antonio en Pepe y la incompatibilidad entre llamarse Pepe y gastarse 60 millones en la restauración de San Telmo (salvo que se crea que al jesuitico y antes más elegante nombre de Javier le sientan mejor los millones y los palacios). Lo que no debe hacerse desde la oposición, con la que está cayendo, es decir la simplonería populista de que "Griñán ya tiene su Versalles particular". A ver si va a resultar que Arenas es el Robespierre de Olvera. Es tan fácil acertar en la crítica al PSOE actual que errar el tiro demuestra una falta de pulso político que explica porqué para el PP perder las elecciones en Andalucía está pasando de costumbre a tradición.

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