El Puerto Accidente de tráfico: vuelca un camión que transportaba placas solares

EFECTO MOLESKINE

Ana Sofía Pérez-Bustamante

Insomnio (poema)

ESTA hora que oficialmente no existe, cuando a las dos de la madrugada son las tres, es la mejor para los pensamientos profundos del insomne. Pienso en el futuro de mi Alfonso ahora que se le acaba la ESO. Observo a los jóvenes políticos que desempeñan altos cargos. Compruebo factores comunes: se matricularon en alguna carrera que nunca llegaron a cursar porque algún pariente bien situado les hizo ver que para aprender un buen oficio hay que salir del aula y bajar a la calle.

Así que desde  los veintipocos comenzaron sus prácticas de formación profesional como concejales de juventud y deporte, diputados provinciales de algo secundario (cultura, por ejemplo), etc., etc. A los 30 siguen sin haber terminado esa carrera putativa que decora su curriculum de buenas intenciones, pero a cambio tienen diez años de prácticas en la res pública, habilidad para inspirar confianza a quien tenga algo que ofrecer, y un cargo de los que garantizan coche oficial, pase a la reserva como consejero de Telefónica, Endesa o Cajasol, y una pensión de por vida. Sí. Pienso en mi Fonso y recorro mi lista de parientes en busca de un Tito Paco que me lo ponga a practicar las cosas de "C´est la vie, mon amie".

Ya más relajada, me pregunto por qué le han salido unas palas dentadas de tractor amarillo a las Puertas de Tierra: si será eso de que el Arte baja a la calle para darte con un cubo de Rubik o un candado gigante en las narices. Pienso también que voy a patentar una camiseta donde ponga en letras fluorescentes, por delante y por detrás: NO SOY UN CARRIL BICI. Lo pienso porque, a falta de espacio en la calzada, algún munícipe fantasioso ha decidido convertir al peatón de la acera del Campo del Sur en espalda transitable. Claro que Adeslas lo mejora y, retando al mismísimo Cristo ("Levántate y anda"), se supera: ha decidido que la terapia óptima para sus asegurados es poner la clínica de rehabilitación en un primer piso sin ascensor.

Pienso que, ya que sigo sin coger el sueño, voy a seguir leyendo El asedio, que es lo mejor que nadie haya hecho por Cádiz en los fastos del Bicentenario del Doce: una novela histórica muy entretenida y bien documentada. Y así, envuelta en la ficción, encomendándome a Forges ("Pienso, luego estorbo"), me voy quedando dulcemente dormida.

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