Viernes Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Viernes Santo en la Semana Santa de Cádiz 2024

Columna vertebral

Ana Sofía / Pérez-Bustamante

Meditación de Esther Arroyo

EL otro día fui a la peluquería y allí estaba Esther Arroyo. De repente me sorprendió. Es una obviedad, claro (ella fue miss España), pero nunca me había parecido particularmente hermosa. Sin embargo allí, en el semianonimato de las actividades corrientes, entre gente normal, me produjo un efecto deslumbrante, propiamente luminoso: sus ojos, su sonrisa, la elegancia sobrenatural de su estatura. Y me entró una indefinible tristeza.

De algún modo, experimenté la melancolía de saberme excluida de una dimensión diferente, distinta y superior, de la belleza. Reflexionando sobre el hecho de que a veces nos cruzamos con criaturas que, por una cualidad u otra, no parecen de nuestro mundo, me doy cuenta de que lo más habitual es que reaccionemos negando o disminuyendo la evidencia, o empañándola de manera más o menos mezquina con consideraciones falsas o que no vienen al caso (está operada; anda que su padre…; ya va teniendo años; seguro que es tonta). Dando un paso más, está la actitud de quien no sólo trata de hacer de menos al otro sino de olvidarlo haciendo que todos lo olviden. Cuántas personas conocemos enterradas en vida en la envidia de quienes las rodean, o sometidas a la cadena perpetua de lo que los romanos llamaban "ad delendam memoriam": silenciar al otro hasta borrar su nombre y su pecado (o su virtud) de la faz de la tierra. También conocemos esas otras personas de mirada opaca y gesto enconado que sufren sencillamente porque hay grados del bien, de la inteligencia y de la belleza que prefieren destruir antes que admitir su existencia. Que prefieren erradicar a quien les supera antes que humillarse admirándolo o consintiendo que lo admiren. (Una vez leí que el psicópata, incapaz de amar, intenta matar al objeto de su deseo; y si no puede matarlo, intenta que la persona a quien odia acabe también odiándose a sí misma hasta autodestruirse. Luego me di cuenta de que esto es frecuente en el ámbito laboral, sin ir más lejos).

El otro día se me reveló la enorme belleza de Esther Arroyo. Y me puse triste. Y me di cuenta de lo inevitables que son ciertas cosas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios