CORRÍA el año 1974 y España se preparaba para la despedida del régimen franquista. La Facultad de Medicina de Cádiz tenía entonces casi 1.000 alumnos en Primero de carrera. El Aula 1, en la planta baja, olía a humanidad cada mañana y cada tarde, los asientos (los mismos que tenemos todavía) eran tan incómodos y fríos (todavía lo son) que había que tener muchas ganas de ser médico para aguantar allí más de dos horas (ahora los alumnos aguantan ¡hasta 7 horas seguidas!, sin rechistar). Teníamos una cafetería sin wireless y por supuesto no teníamos teléfonos móviles, nos comunicábamos a viva voz. Con ese sistema de comunicación, a gritos, un día del mes de mayo, un alumno llegó corriendo por el pasillo anunciando con respiración entrecortada que “los grises” se acercaban corriendo al Aula 1. Para los estudiantes que estén leyendo esta columna y no lo sepan, “los grises” eran la policía de entonces. Su uniforme era de color gris. Aquello era una novedad para todos nosotros, hijos a la vez de una decadente dictadura y de una próxima pero aún no declarada democracia. Nos mirábamos los unos a los otros estupefactos, con algo de sorpresa y también con algo de miedo, eran tiempos difíciles. ¡Los grises en la Universidad! ¡Los grises en la Facultad de Medicina! Pero era cierto, estaba sucediendo. Perseguían a unos peligrosos (según ellos) estudiantes de la organización ODEA (Organización De Estudiantes Antifascistas), una organización estudiantil ilegal, tan ilegal como casi todas las organizaciones estudiantiles en aquella época. No había entonces Plan Bolonia ni ningún otro plan, nos aguantábamos (unos con mayor sumisión que otros) con lo que nos ordenaban hacer, no sabíamos qué era eso de opinar, y si lo sabíamos no lo hacíamos por temor a las represalias.

Muchos años después hemos visto de nuevo a “los grises” (ahora azules) correteando a estudiantes universitarios. Un mal recuerdo y una intolerable y penosa actualidad.