Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

Columna vertebral

Ana Sofía Pérez Bustamante

La ley de la esquela

Mi padre tiene una ibérica afición a las esquelas, que consiste en calibrar al difunto en razón tamaño/precio de la nota, descubrir innovaciones formularias (la notificación, por ejemplo, de la “importante” pérdida del fundador del Palacio de la Bellota, o la cariñosa pregunta retórica a unos abuelos finados: “¿Estáis bien en la Malvarrosa?”) y admirarse con la glosa de méritos peregrinos (Comendador de la Ordo Supremus Militaris Temple Hierosolimitani). Pero la lectura de estos textos suscita cuestiones de más enjundia. Andan los ánimos revueltos con las iniciativas del juez Baltasar Garzón, que viene sumando a sus empeños humanitarios grandes dosis de divismo mediático y torpeza profesional. Bueno. Pero lo que sigue sin querer entender parte de la opinión pública es que hay que cerrar con dignidad la historia de las víctimas del bando perdedor de la guerra civil, porque su derrota pesa aún en la memoria de los que sufrieron su tragedia y en la de sus nietos, que no vivieron los hechos pero crecieron marcados por sus consecuencias. Es una cuestión simbólica porque el ser humano es simbólico. Y la memoria de la guerra está viva. Un botón de muestra, para quienes andan con la cantinela de que ahora quieren los “rojos” ganar la guerra perdida, son estas esquelas recientes de ABC a la memoria de Ramiro Ledesma, “asesinado por las milicias socialistas el 29-10-1936 en el cementerio de Aravaca junto a varios centenares de patriotas españoles que habían cometido el grave delito de amar a España” (LXX aniversario); de un exdivisionario azul fallecido en 2003; de un ilustrísimo caballero mutilado permanente de guerra por la patria (+ 2005); o de un excelentísimo fiscal, gran cruz del yugo y las flechas (+ 2007). Va a resultar que hay quien tiene derecho a desear públicamente que sus muertos descansen en paz, y hay quien no. Importa que este asunto se resuelva de una vez porque, al fondo de las esquelas que redactan los vivos, están, hostiles y calientes, las dos viejas Españas.

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