Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

F, F o F

FORMICA, falangista o feminista, ésa parece ser la cuestión. A Mercedes Formica-Corsi Hezode (Cádiz, 1913-Málaga, 2002) la quitan y la ponen los de Podemos según les pete, a ritmo de verla por un perfil u otro. En Cádiz, con su busto se la trajeron tiesas: lo quitaron de la Plaza del Palillero, primero, y luego de la biblioteca; primero, mintiendo que era para su conservación; luego, reconociendo que era por la damnatio memoriae de toda la vida, que había sido falangista, ea. Eso, Ana Camelo, la de Kichi. Ahora, Francisca Sauquillo, la de Carmena, propone ponerle una calle en Madrid, por pionera del feminismo patrio.

Hace casi un siglo, Pemán escribió un artículo de rabiosa actualidad ahora sobre los cambios de nombres de los callejeros, riéndose de tanto trasiego, según quien mandase. Lo que no pudo ni sospechar era este trasiego sincrónico, según el color del cristal con que se mire al personaje, aunque manden los mismos. Por aquí, facha, fuera. Por allá, feminista, dentro. Como todos somos poliédricos y los cristales para mirarnos son múltiples, este bullicio podría replicarse con multitud de figuras. Queipo de Llano fue un militar activo en el 36, pero también un conspicuo republicano, por poner un solo ejemplo explosivo.

Con Formica una mosca zumba detrás de la oreja. Como donde estaba la quitan y donde no estaba la ponen, uno sospecha que impera, sobre todo, el espíritu de la contradicción. Hasta podríamos adornarnos sospechando que se trata de mover el mercado de las placas callejeras y crear, a lo Keynes, una demanda pública que reactive la economía global. Aunque eso es pura imaginación, la clave está en el espíritu de la contradicción.

Por otro lado, para no quedarnos en la anécdota, reconozcamos cierta razón de fondo a Ana Camelo, la concejala gaditana tan dejada en evidencia por la propuesta de Carmena. Cuando por fin se decidió a contar la verdad, Camelo reconoció que el feminismo de Mercedes Formica, tan activo, tan valiente, tan importante que supuso incluso una reforma legislativa, defendía una idea de mujer que no era la suya (de Camelo). Esa razón hay que dársela, porque Formica defendía la igualdad de derechos, no una ideología de género, y entre una cosa y otra hay mucho trecho y, a ratos, en dirección contraria. Está bien que lo reconociese; aunque otro asunto es trasladar esas diferencias legítimas al callejero por fuerza. Ya es demasiado.

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