Afinales de los 80 vi en la calle una de las imágenes más tristes que he visto en mi vida. Era de noche, ya muy tarde, y dos amigos salían de un pub gay. Como no había nadie en la calle -y yo debía de ser una especie de sombra invisible- los dos chicos fueron caminando cogidos de la mano. Durante unos minutos, esos dos chicos fueron maravillosamente felices. Y lo digo porque esa felicidad se manifestó de una forma casi física -como una irradiación, como una música- que de pronto se fue apoderando de la calle. Pero enseguida los dos chicos llegaron a una avenida donde había una parada de taxis y luces y gente. Y unos segundos antes de llegar, los dos apartaron temerosamente las manos y aparentaron ser dos personas normales más. Normales para todos los demás, se entiende, salvo para ellos mismos.

Hoy en día esa imagen ya no sería posible en España. Quizá se repita aún en algún pueblo perdido o en algún barrio azotado por la miseria, pero en la mayor parte del país ha quedado completamente olvidada, igual que tantas otras cosas de aquellos años (los ordenadores Amstrad o los cardados femeninos). Ahora la homosexualidad está completamente asumida. Por supuesto que sigue habiendo brutos que se ríen de los gais -que para ellos sólo son mariquitas- en los colegios y en las redes sociales, pero en general los prejuicios han desaparecido. Sigue habiendo bestias e intransigentes, pero basta darse una vuelta por la calle, donde las parejas gais -de hombres y mujeres- caminan tan tranquilas cogidas de la mano, para darse cuenta de que las cosas han cambiado por completo. Y todos hemos salido ganando con ello.

Por eso resulta chocante que algunas organizaciones homosexuales -o LGTBI, como ahora se llaman- muestren una clara tendencia revanchista hacia el resto de la sociedad, como si sólo su propia orientación sexual fuera la correcta y las demás no lo fueran tanto. Esta tendencia, también compartida por feministas radicales, pretende culparnos a los demás -y al capitalismo y a la vieja sociedad patriarcal- de todas sus humillaciones a lo largo de los tiempos. Pero estas organizaciones olvidan que no hay ningún otro lugar en el mundo, salvo esta corrupta Unión Europea que a ellos tanto les molesta, donde sus derechos sean tan respetados y comprendidos. Es así de sencillo. Y estaría bien que estas cosas se tuvieran en cuenta.

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