Basado en hechos reales

Tamara García / Jesús / Almendros / Fernández

Torero de arte y miedoEl público cinematográfico

El arte y el ruedo. El tendío, la muerte. La gloria, el olvido. Poesía y toreo. El miedo. El documental Joaquín Sabina, 19 días y 500 noches es inseparable de todos estos conceptos. Al holandés Ramón Gieling parecen obsesionarle. Por ello, se acerca, cauteloso, a la figura del ubetense en poético paralelismo con el arte de la sangre y la arena. El riesgo. El riesgo de quien ama tanto la vida que la bebe, sin pausa, hasta los mismos límites del abismo. Como el torero. Como Sabina: torero de arte y miedo.

Oscuro, oscuro vimos a Joaquín entrar en las Ventas en el que sería su concierto de despedida. Qué cosas, ¿no? Gieling sigue sus pasos antes de entrar al ruedo. Sabina en concierto, en Madrid, tras superar el derrame cerebral que le dio un toque de atención en el año 2001. Los retazos de esta actuación van salpicando la cinta conformada por varias entrevistas a amigos y familiares del cantautor. Caco Senante, Enrique Morente, Julio Sánchez, Javier Krahe, su primo Juan José Gordillo, el torero Alejandro Talavante...

Con ellos, Gieling irá saltando, principalmente, por tres escenarios, las Ventas -durante el concierto-, la Úbeda natal del trovador y un escenario que simula la antigua casa de Sabina en la céntrica calle Tirso de Molina. Una casa donde se agolpan tantos recuerdos como personas que han pasado por allí, a tenor de las llaves que van mostrando muchos de los entrevistados a quienes Sabina regaló una copia (una de tantas y tantas).

Cada uno de los participantes en el documental -que goza de una estructura circular que se abre y cierra en la plaza de toros- irá descubriendo distintas facetas del protagonista. Pero, es curioso, todos confiesan que en la actualidad no mantienen con Sabina un contacto tan seguido. ¿Cambio de vida? "Ahora prefiere a sus amigos los escritores", dice Caco Senante en un momento de la entrevista.

Sin embargo, lo más interesante de la película no remite a las declaraciones de los entrevistados. No. El alma de 19 días y 500 noches se encuentra, quizás, en el universo poético que el realizador construye entre los capotazos de Talavera, ese piano lustroso en medio de una campiña, y los versos, versos made in Sabina en boca de sus amigos, y de él mismo en una entrevista donde Sabina reconoce al director: "Al final me has sacado el alma".

Donde habita el olvido, De Purísima y oro, 19 días y 500 noches, Ahora que... ¿Qué otra banda sonora sino? La muerte llegó y tocó la puerta. A La Parca no le dio la llave. Al final, tuvo miedo.

E n cierta ocasión le preguntaron a Hitchcock su opinión sobre el cine, qué era para él realmente. El genial director contestó: "Para mí el Cine es una sala llena de butacas que hay que llenar de gente". Por desgracia lo frecuente es que los mayores éxitos de público no resistan el menor análisis artístico y que verdaderas obras maestras no obtengan el beneplácito del público, pero al final el tiempo pone a cada uno en su sitio.

Tratando de llevar al cine a sectores sociales aún reacios, como la burguesía, Pathé construyó por todo el mundo suntuosos "Palacios del Cine" y trató de dar a este público lo que ellos entendían por Arte, ofreciéndoles pretenciosas películas con grandes actores del teatro como la misma Sara Bernhardt, pero el público enseguida se decantó por trabajos de desconocidos llegados a la pantalla sin haber pisado las tablas, como Max Linder o Chaplin.

En 1910 ya existían en América más de 20.000 salas cinematográficas, y Mack Sennet monta en California la Keistone, donde produce cientos de películas con sus famosos polis y bañistas, persecuciones de coches y lanzamiento de tartas a la cara de los actores. A la gente le encantaba.

Pronto el público se erigió en el controlador del negocio frente a los grandes estudios. Cuando Josef Von Sternberg rodó La Ley del Hampa, no gustó a la productora y trataron de quitarse la película de encima pero sin incumplir el contrato. Para ello la estrenaron sin publicidad alguna en un cine de Nueva York. Tres horas más tarde Times Square estaba bloqueado por una muchedumbre que se agolpaba a las puertas del cine, que permaneció abierto toda la noche inaugurándose así la sesión continua. En los 60 la televisión puso en grave peligro a la industria cinematográfica. La respuesta fue el lanzamiento de superproducciones imposible de ver en la tele. Los costos de las películas eran tan elevados que llevaron al borde del crack a muchos estudios, como le ocurrió a la Fox con Cleopatra.

El western, el cine negro, la comedia, el histórico, el musical, el de aventuras, el de terror o ciencia ficción, todos tienen su público aunque a veces, sin saber por qué, alguno de estos géneros se pone de moda unos años. Hay cine bueno y cine malo y el tiempo es el único capaz de establecer cuál es uno y otro. El tiempo y el público que debe llenar esa sala llena de butacas que decía Hitchcock.

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