EN TRÁNSITO

Eduardo Jordá

La máquina de Dios

CADA vez que leo algo nuevo sobre la física cuántica, me parece estar entrando en un nuevo territorio de la poesía. ¿Hay algo más poético que un quark, que es algo así como materia en estado potencial, "materia a punto de formarse", como si dijéramos? ¿Y hay algo más digno de ser imaginado por un poeta como Dante que ese pequeñísimo "bosón de Higgs" que habría hecho posible el origen del Universo? De momento, el "bosón de Higgs" (que parece el nombre de un hobbit de Tolkien) sólo es una conjetura, pero se supone que esa partícula subatómica fue la que trasmitió la fuerza que hizo posible el estallido inicial del Universo, ese instante inconcebible -por mucho que lo imaginemos, nunca lograremos entenderlo- en que la nada estalló en mil pedazos y se convirtió en materia y un microsegundo después ya era el Universo. ¿De dónde venía ese bosón? ¿Qué era? ¿Por qué estaba allí? ¿Y qué era exactamente ese allí que no podemos concebir porque no había nada que pudiera servir de "allí"? En la física cuántica, a la nada se la llama energía. La energía era ese "allí". Y cuando un flujo de bosones sometidos a una velocidad de aceleración inimaginable hizo posible que la energía, la nada, se convirtiera en masa, es decir, en materia, entonces surgió el Universo.

Para saber si existe ese "bosón", al que el físico Sheldon Glasgow llamaba "la partícula Dios", los científicos del CERN -con la ayuda desinteresada de los contribuyentes europeos- han construido en Ginebra, a cien metros de profundidad, un túnel acelerador de partículas que pretende reproducir las condiciones físicas del "Big Bang". El túnel, que ya lleva una semana en marcha, se llama Gran Colisionador de Hadrones (que también parece un nombre de Tolkien), pero ya recibe el nombre coloquial de "la máquina de Dios" (Google hace estos milagros). Dentro de una semana se sabrán los resultados del choque. Algún físico que no participa en el proyecto, tal vez envidioso o resentido, ha anunciado que el choque provocará un gran agujero negro que devorará la Tierra. Pero los físicos del CERN aseguran que el choque, en el peor de los casos, sólo producirá un microagujero inocuo. En todo caso, en internet ya circulan informes falsamente científicos y supercherías descaradas que anuncian el fin del mundo.

Cualquiera sabe. Por un lado, resulta fascinante ver cómo nos asomamos a ese instante inimaginable que sólo las monstruosas abstracciones de la física pueden conjeturar. Pero al mismo tiempo, uno se pregunta si este Gran Colisionador de Hadrones no será una muestra de aquello que los griegos llamaban "hybris", es decir, la soberbia desmesurada del ser humano empeñado en conocer lo que no puede ser conocido. No sé.

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