AL final, y a lo mejor sin querer y de la manera más inopinada, el Ayuntamiento de Cádiz va a conseguir acabar con la guerra de las banderas. La maniobra es muy simple: las pondrá todas, todas las que representen un país o una causa digna, justa y defendible merecerían lucir sus colores en lo alto del mástil que se inventó el PP hace no tantos años para que luciera sólo la insignia española. Los populares entendieron, según su solo criterio, que tan alto y destacado palo colocado donde antes no había nada sería para la rojigualda, quizá para que todos supiéramos a qué país pertenece Cádiz. El Gobierno que le ha sucedido por la voluntad acordada de sus votantes ha decidido que también deben figurar otras. Hasta ahora, creo, ninguna de las expuestas llama a ninguna agresión contra nadie, ni proclama principios detestables. Puedo pasar si banderas, pero también con todas las de este tipo.

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