Viernes Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Viernes Santo en la Semana Santa de Cádiz 2024

Un portuense en Madrid

José Antonio Ortega / Romero

Las manos cofrades

EL que vive en la lejanía espera con paciencia el alivio de la vuelta. Mientras, la ciudad camina decidida hacia la plenitud de la primavera en sus días de Semana Santa. La calma del cofrade en la diáspora, para quien las vísperas se reducen a la fecha de un Miércoles Santo marcada en el almanaque.

Hasta que ese día llega, solo queda hueco para la imaginación y la oración. Como si de una novela se retratase, aquel que espera la vuelta construye en su interior la historia de su propia Cuaresma. Imagina cómo los pasos empiezan a montarse en las capillas, las cuadrillas ensayan o se van sucediendo los triduos y viacrucis. El paso irremediable de los días, que lentamente anticipan lo que está por llegar.

Sin embargo, la imaginación del expatriado esconde una realidad. El día a día de las personas, que con su dedicación, hacen posible el final de la historia. Enseres preparados, ciudad engalanada, túnicas planchadas colgadas en el salón. Cada día tachado en el calendario de la lejanía se corresponde con el desvelo cercano de los que dedican su vida a sus hermandades.

Ellos, y su fe, son la verdadera Semana Santa. El oro y plata más valioso de las hermandades. Porque cada flor de un palio esconde una mano que la colocó. Cada insignia del cortejo estuvo antes en manos de alguien la limpió. Cada manto o faldón tiene detrás una mano que lo cosió.

Pero la espera ya acaba, y por fin amanece la mañana del Miércoles Santo. Ese pequeño instante en el que se concentra la recompensa a la paciencia y la pena de lo no vivido. Esa primera mirada al Señor del Huerto.

"Hoy tu semblante Señor, atisba una sonrisa. Qué distinto de cuándo me miras en la distancia, con tu aliento de esperanza". Cuántas veces habré contemplado ese cuadro de mis Titulares que siempre me acompaña. Tu regalo, amigo Jesús, es mi consuelo cuando estoy tan lejos.

"Hoy, sin embargo, os tengo aquí, Señor y Madre mía". Para acompañaos un año más en el Miércoles Santo de los gestos. Los gestos de las manos que tiran pétalos en Los Cántaros, la mano que ofrece una estampa, la mano que coge al niño que estrena su primera capa azul olivo. Tus manos amigo Álvaro, en ese abrazo antes de la primera chicotá. O esa mano que apretamos fuerte cuando nuestra Madre de Gracia y Esperanza regresa para cruzar el dintel de un Miércoles Santo más.

Porque la Semana Santa la forman las manos de cientos de cofrades. Manos incansables. Manos generosas. Manos de aliento y cariño. En mi caso, las de mi padre. Gracias a ellas las mías escriben hoy estas letras. Esa mano en mi espalda, cuando me llevaba de niño a ver cofradías en la calle. Y, por supuesto, las manos de mi madre que tantas horas le ha dedicado a nuestra Hermandad.

Ambos me llevaron a ser Hermano del Huerto. Algún día serán mis manos las que sigan su ejemplo, esperando que las generaciones venideras sigan siendo cristianas y cofrades.

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