Efecto Moleskine

ana Sofía / pérez / bustamante

En Cádiz y sin guantes

LA bibliofilia es la afición a coleccionar libros, y especialmente los raros y curiosos. Quien conozca a algún bibliófilo sabe que decir afición es decir poco: la bibliofilia es una pasión, una manía, una compulsión peligrosa y extravagante. Ando estos días "levantando Quijotes", y me encuentro que la Fundación Federico Joly atesora dos joyas de esas que dan pálpito. La primera es la edición publicada en Londres por J. y R. Tonson en 1738. Fue promovida por lord John Carteret, que encargó al erudito español Gregorio Mayans y Siscar un ensayo que sería el primer hito importante en la valoración crítica del Quijote: la "Vida de Cervantes". Era Carteret, barón de Granville, un culto mecenas que dominaba el castellano y que financió esta edición, lujosísima y en cuatro volúmenes, porque estimaba que el Quijote era la novela más amena e ingeniosa que se había compuesto y quiso regalársela a la reina de Inglaterra para ganarse su favor político. Se conoce hoy poco el hecho de que la estima del Quijote viene en gran medida de los escritores ingleses, que en el siglo XVIII lo tomaron como modelo para un tipo de novela donde la voz narrativa juega constantemente con el lector, rompiendo la barrera entre realidad y ficción o, lo que es lo mismo, evidenciando que la ficción es una impostura, la vida una broma extraña y la novela un espejo de ironía. Es a Cervantes a quien tomaron como modelo Henry Fielding (Tom Jones, 1749) y Lawrence Sterne (Tristram Shandy, 1760-1767). El caso es que la edición de Tonson sirvió de modelo a la Real Academia Española, que encargó al famoso impresor madrileño Joaquín Ibarra una edición del Quijote que vio la luz en 1780, con aparato crítico de Vicente de los Ríos, también en 4 volúmenes en cuarto mayor, si bien en un papel de gran calidad, muy superior al de Tonson. La de Ibarra cuesta hoy 70.000 euros en el anticuario Inlibris de Viena. La de Tonson, entre 5.000 y 17.000 euros, dependiendo de la librería. Imagínese el lector la emoción de tener en las manos estas dos ediciones, primorosamente ilustradas y encuadernadas, y pasar sus páginas sin prisa, con las manos desnudas. En Cádiz y sin guantes.

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