Editorial

La escenificación de un profundo desencuentro

MÁS allá de la anécdota, la imagen de ayer en la que Mariano Rajoy se abrocha la chaqueta mientras Pedro Sánchez le tiende la mano sin ser correspondido es una triste metáfora del profundo desencuentro entre los dos partidos sobre los que hasta muy recientemente pivotaba el bipartidismo. Es cierto que el gesto del presidente del Gobierno en funciones rayó la grosería y que en democracia -como en casi todo en la vida- la educación y las maneras son muy importantes, pero no se puede culpar en exclusiva al líder popular de la situación a la que se ha llegado. Cuando Rajoy, el candidato más votado en las pasadas elecciones generales del 20-D, estuvo pulsando a los partidos para ver la posibilidad de formar Gobierno, la posición del secretario general de los socialistas -que habían cosechado el peor resultado de su historia- fue de todo menos amistosa e incluso rozó la altanería cuando repitió una y otra vez que nunca pactaría con el PP.

En cualquier caso, en lo que ayer se esforzaron los dos líderes durante su encuentro en el Congreso fue en escenificar su absoluto desencuentro. Da igual que, en los últimos tiempos, una parte muy importante de la opinión pública se haya esforzado en explicar la imperiosa necesidad de que se alcance un gran pacto que devuelva la estabilidad política a España para poder afrontar los importantes problemas que nos asedian, como el posible regreso de la crisis económica, el órdago soberanista catalán o el terrorismo yihadista, entre muchos otros. En las dos formaciones han pesado más los prejuicios ideológicos y las antipatías personales entre sus dos líderes que la responsabilidad y el patriotismo. Sólo haría falta algo de generosidad y de inteligencia política para cerrar un pacto que posibilitase salvar la situación y la sensación de acabamiento del sistema que se vive en España, pero tanto PP como PSOE se niegan a verlo. Así las cosas, con un PP comido por la corrupción y un PSOE en el que sus profundas divisiones internas no tardarán en volver a aflorar, el panorama político es cada vez más negro. Es casi imposible (además de indeseable) que Sánchez cierre un pacto con Podemos, a no ser que los socialistas decidan suicidarse como partido nacional y admitan el referéndum de autodeterminación en Cataluña y otros territorios del país. Y aun así tampoco tendrían la aritmética suficiente. Una vez más, lo único que se observa en el horizonte es la posibilidad de nuevas elecciones, unos comicios que, probablemente, no cambiarían en nada los precarios equilibrios políticos actuales.

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