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Tribuna libre

Antonio Lobato Cantos APDHA Cádiz

"Háblanos de las cosas de la vida..."

Hace unos días, hablando con una compañera que lleva el programa de Escuela de Paz de mi instituto, me contó una breve anécdota que me ha llevado a la necesidad de escribir esta reflexión sobre la crisis de las y los refugiados sirios y su repercusión en la escuela.

Me contaba R. que tuvo que subir a una guardia a un curso de ESO y al entrar en el aula e intentar que se dedicaran a aprovechar el tiempo libre del que disponían, le comentó uno de los chicos: "Oye, R. ¿por qué no nos hablas un poco de las cosas de la vida?"

Hay que decir que a mi compañera, muy popular entre el alumnado por ser la responsable en el centro de los programas de ayuda entre iguales, solidaridad y convivencia, le faltó tiempo para estar hablando toda la hora con ellos de las cosas de la vida.

Y a mí esto me dio que pensar en varios sentidos:

El primero, la eterna desconexión que se da en nuestros centros educativos entre lo que enseñamos cada día en las aulas y lo que ocurre más allá de los muros del centro. Con la pregunta del chico se estaba poniendo de manifiesto esa terrible separación. El chico quería hablar con la profe de las cosas de verdad, de las que les interesan a ellos y a ellas. Y me consta que allí se habló de sentimientos, de actualidad, de política, de pareja, de conflictos, de cómo entenderlos y de cómo tratar de afrontarlos. Es decir, se habló de todas aquellas herramientas que iban a necesitar para interpretar la vida y tratar de manejarla. Nada menos...

En segundo lugar, la triste realidad de nuestro profesorado, permanentemente agobiado por el currículum, por un extenso temario que tiene que terminar antes de junio, por una maquinaria administrativa demoledora y agobiante a la que dedicar horas y horas. Esta situación les lleva cada día a abortar cualquier pregunta que realicen los chicos y las chicas en la línea de lo que venimos contando, y que se aleje del temario establecido. Bien, vale, de acuerdo... Eso es importante, pero no tenemos tiempo. Vamos a corregir los ejercicios de ayer...

El tercero, el papel de la familia, en líneas generales, cada vez más inexistente, más neutra en temas de valores, educativos.

Y mientras tanto, ahí fuera la vida sigue. Y de una forma machacona, insistente, sigue llamando a las puertas de cada casa y de cada uno de nosotros y nosotras con temas a los que habría que dar respuesta desde la escuela, desde la familia, desde la sociedad entera. Los informativos de la televisión nos golpean cada día, a la vuelta del colegio o del instituto, con la contundencia de las imágenes, mientras familia, docentes, todos y todas, seguimos mirando la televisión, bajando los ojos y moviendo la cabeza cuando aparecen, por ejemplo, las duras e impactante imágenes de las y los refugiados sirios.

Efectivamente, desde hace meses convivimos cada día con las imágenes de los trenes abarrotados en las fronteras, con las demoledoras escenas de ahogados en el Mediterráneo, con la desesperación de las personas obligadas a salir de su país para salvar la vida. O más recientemente, con la barbarie de los atentados terroristas de París, pero no sabemos si alguien ha hablado con los chicos y las chicas de esa realidad, ya sea en casa o en la escuela, si alguien les está ayudando a entenderla y, sobre todo, si alguien ha contribuido a despejar sus preguntas, sus inquietudes.

Sin embargo, lo que sí tenemos claro es que la escuela no puede permanecer indiferente. No, si aspira a promover la formación de ciudadanas y ciudadanos responsables y comprometidos socialmente, no si aspira a incluir en su trabajo la competencia social.

En esta línea, y desde hace un tiempo, desde la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDHA) de Cádiz estamos pasando por los institutos de la Bahía para hablar con los chicos y chicas de estos temas. Los talleres de sensibilización que realizamos resultan intensos y agotadores. Les estamos mostrando las imágenes de esa actualidad y os aseguramos que la respuesta es apasionante.

Los chicos y las chicas nos sorprenden cada día con la información que poseen, saben mucho más de lo que imaginamos y, sobre todo, quieren saber más, quieren respuestas, necesitan que leamos conjuntamente la actualidad, la vida de verdad, la VIDA con mayúsculas. Quieren saber de dónde vienen esas personas refugiadas, por qué vienen, qué les pasa en las fronteras. Nos preguntan qué están haciendo los gobiernos y más preocupante aún, ¿qué está haciendo la ciudadanía? ¿Qué hacen las personas voluntarias? ¿Por qué los atentados de París? ¿Qué pueden hacer ellos y ellas?

Y cada día, cuando finalizamos los talleres, nos vamos con una sensación agridulce. De un lado, el buen rato pasado con el alumnado, con el debate, con las preguntas, con sus ganas de cambiar las cosas... De otro lado, nuestra duda sobre quién va a continuar hablando con el alumnado de todo esto. A la mañana siguiente, quizás el rodillo curricular volverá a poner de nuevo todo en orden. Quizás las clases de cincuenta minutos, los ejercicios, los controles, etc., se encargarán de ahogar sus inquietudes de saber más sobre las cosas de la vida.

Pero bueno, nuestra postura es optimista. Tenemos el convencimiento de que hay muchos profesores y profesoras, y también muchas familias que, como mi compañera R., serán capaces cada día de aparcar por un momento esa rutina y poner algo de sentido común. Y hablarán con nuestros chicos y nuestras chicas de lo que es realmente importante. Porque las cosas importantes no son cosas, son personas.

Menos mal... Alguien tiene que hacerlo, ¿no?

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