En tránsito

eduardo / jordá

El día de la ira

VEO en la televisión a unos directivos de Air France con la camisa hecha trizas y el gesto desencajado por el miedo. Y luego los veo saltar una valla, despavoridos como conejos, mientras intentan huir de los trabajadores de su empresa que protestan por los despidos anunciados. 2.900 despidos, para ser exactos. Y lo que más me sorprende es que esa escena nos resulte insólita, porque en estos siete años de crisis económica no hemos visto ni una sola imagen de violencia contra los directivos que han seguido cobrando sus sueldos altísimos, mientras millones de trabajadores se quedaban en la calle o tenían que aceptar severos recortes salariales.

No me gusta la violencia y no me gusta ver a nadie saltando una valla con el rostro contraído por el terror, ya sea directivo o empleado, da igual. Eso que conste. Pero me pregunto si alguien se ha parado a pensar en el extraño estoicismo con que todos los que han sufrido esta crisis han ido aceptando su situación. Y la situación, en su caso, consistía en el hecho pavoroso de perder su casa, quedarse sin nada y tener que empezar a sobrevivir gracias a Cáritas o a una ONG. Si te ocurre una cosa así, ¿cómo te miras cada mañana en el espejo? ¿Y cómo miras a tus hijos? ¿Y qué les cuentas para explicarles lo que te ha pasado? Y aun así, a pesar de todo esto, no hemos visto asaltos contra empresarios y directivos, ni tan siquiera manifestaciones amenazadoras u ocupaciones de empresas. Y si ha habido ira y rabia -y las ha habido-, se han dirigido casi siempre contra los políticos y no más allá. La única escena más o menos violenta que he visto en la calle, durante estos años, ha sido la de un directivo bancario que caminaba con el rostro desencajado, mientras un hombre le seguía los pasos insultándole a gritos. Supongo que era un comprador de preferentes persiguiendo a quien se las había vendido. Pero si lo pensamos bien, incluso los estafados por las preferentes se han comportado con una mansedumbre incomprensible.

¿A qué se debe esto? Hay quien dice que esta resignación demuestra que vivimos en una sociedad estable y madura. Y desde luego que es mejor vivir en una sociedad así antes que en otra carcomida por la pulsión destructora. Pero aun así me pregunto de dónde viene esa resignación, o ese fatalismo, o esa indiferencia de los que lo han perdido todo. Y no consigo encontrar una respuesta.

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