Efecto Moleskine

Ana Sofía / Pérez / Bustamante

Sumisión

Ultimamente ha leído dos novelas francesas que abordan con distinto talante el tema de la religión en la Europa actual. Sumisión (2015), de Michel Houellebecq, es una sátira de política-ficción: un partido islamista llega al gobierno de Francia por una mezcla de factores: la cohesión de los inmigrantes en torno a un Islam de aspecto amable y moderado; el despego del votante francés clásico con respecto a los partidos tradicionales; y la aversión que al demócrata le produce la histeria identitaria del Frente Nacional. El triunfo de la Hermandad Musulmana se relaciona con las contradicciones peligrosas del laicismo bienpensante ("prohibido prohibir", etc.); el pragmatismo cínico de una casta política que, con tal de permanecer en el poder, se vende a cualquiera; el filotercermundismo de los sectores católicos; y el machismo que subyace en el varón intelectual europeo. La capitulación ante la teocracia tiene en Houellebecq dos componentes: el asco al neofascismo propio (lo malo conocido, el enemigo íntimo) y la nostalgia de cohesión espiritual de la comunidad: nostalgia de una utopía por conocer, una utopía que durante veinte siglos se apellidó cristiana y ahora nos viene rebotada y reflejada en el boomerang del Integrismo, el enemigo extraño. De otra manera se aborda una cuestión similar en El Reino (2015), de Emmanuel Carrère, una novela de no ficción sobre los orígenes del cristianismo y el enigma de la fe. Como Ernest Renan, Carrère parte de la premisa de que es mejor abordar estos temas desde la perspectiva del que comulgó y dejó de comulgar con la creencia. El Reino es una reflexión serena en torno a cómo lo que para los romanos no pasaba de ser la superstitio de una secta judía llegó a convertirse en la religio imperial, religio que "tenía poco que ver con lo que nosotros llamamos religión y no entrañaba la profesión de una creencia ni una efusión del alma, sino una actitud de respeto, manifestada mediante ritos, hacia las instituciones urbanas".

Resulta interesante reflexionar sobre la necesidad individual humana de afrontar la angustia existencial con una fe trascendente (superstitio), y la necesidad humana social de organizar el caos con el protocolo de los ritos. Me pregunto qué pensará de todo esto el Papa Francisco.

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