Polémica Cinco euros al turismo por entrar en Venecia: una tasa muy alejada de la situación actual en Cádiz

Efecto Moleskine

Ana Sofía / Pérez / Bustamante

Rafael Rodríguez Sández

HE empezado a leer Una breve historia de casi todo. Lo primero que hace Bill Bryson es dar la bienvenida al lector por estar ahí: por el hecho de que billones de átomos errantes hayan decidido unirse en un sujeto con conciencia. En realidad los átomos ni lo saben ni lo deciden, ni siquiera están vivos, pero, "por la razón que sea, durante el periodo de tu existencia, tus átomos responderán a un único impulso riguroso: que tú sigas siendo tú". Este impulso dura todo lo más unas 650.000 horas.

Pienso en mi amigo Rafael Rodríguez Sández, que fue profesor de Filosofía en la facultad de Cádiz. Una enfermedad le obligó a prejubilarse; entonces se volvió a su Sevilla natal, y consiguió seguir leyendo y escribiendo gracias a los programas de ordenador que ponen las letras gigantes. Siempre sorprende y admira cuando una persona se sobrepone a la adversidad con ánimo sereno y buen talante. Los billones de átomos que un día se llamaron Rafael me enseñaron con el ejemplo que el arte de conversar estriba más en escuchar que en decir. No en vano él era una inteligencia platónica. Rafael escribió sus memorias.

Las páginas de Querida Puebla se abren con la evocación del primer prodigio que almacena la memoria infantil, el de los Reyes Magos. Luego uno ve que para los ojos de Rafael todo se desenvolvía en una atmósfera secretamente sagrada: la caída de la tarde en vísperas de fiesta, "el olor a albero regado y a chapa de cerveza recién abierta que es privativo de la feria", "la rutina de bajar persianas y establecer corrientes" en los veranos andaluces, los primitivos ritos de cortejo en Puebla de Cazalla, cuando el muchacho enamorado pasaba de la contemplación pasiva y doliente a "corretear": a correr literalmente como un potrillo detrás de la amada, y esta, si le correspondía, también echaba a correr. Ese humor suyo zumbón, benévolo, suave. El libro termina afirmando que el de la infancia nunca es un paraíso perdido porque nos acompaña a lo largo de la vida en lo que somos a cada momento. Querido Rafael.

Me pregunto a dónde habrán ido todos esos átomos que, cuando fueron tú, resultaban tan luminosos, y quiero pensar que tu nombre queda en nuestro afecto escrito en muchas aguas.

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