Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

El efecto Moleskine

ana Sofía / pérez- / bustamante

Sin poesía no hay ciudad

YO también hablo catalán en la intimidad. Mi frase favorita la aprendí en el metro: "és perillós abrocarse a l'exterior". Mi pena políglota es que aquí en Cádiz no puedo usar mucho la frase, en sentido literal, por razones evidentes. Pero tengo dos alternativas. Usarla cuando inauguren el nuevo puente, que es de vértigo. O usarla en sentido figurado: es peligroso asomarse a cualquier exterior. Entonces me empiezan a asaltar dudas: por ejemplo, si estoy en Cataluña, ¿España es el exterior? Si estoy en Cádiz-Cádiz, ¿Puerta Tierra es el exterior? Y no lo digo por decir: si nuestro alcalde decide sacrificarse por el pueblo y se compra un terno, pongamos que en Eutimio (Cádiz-Cádiz), ¿sería ético o lícito o gaditano que se buscase unos zapatos a juego en un comercio de los soportales de San José? ¿Son identitarios los zapatos de extramuros?

Mi problema se ha profundizado cuando la Fundación del Español Urgente ha declarado que está mál dicho "asomarse al exterior", porque asomarse ya implica un movimiento hacia afuera, por lo que "asomarse al exterior" es tan redundante e incorrecto como "bajar abajo". Es tremendo darse cuenta de que una lleva toda la vida haciendo lo que no debe. Peor aún: diciendo tonterías. Curiosamente, Dalí y Buñuel pensaron, en un primer momento, llamar a la película que finalmente fue "Un perro andaluz", de esta otra manera: "Es peligroso asomarse al interior". Tiene mucho sentido, más sentido si cabe, y lo puedo decir en catalán: "es perillós abrocarse a l'interior". Esto tiene un matiz de conflicto freudiano sumamente interesante: da miedo asomarse al interior de la Unión Europea, al interior de España, al interior de la Constitución, al interior de las sedes institucionales donde han quitado la foto del rey. ¿Es esto sedición? ¿Debo inquietarme? Creo que no. No, porque existen las megapantallas LED, lo que permite que en un salón de plenos vayan alternándose las imagénes y mensajes: "Pero sigo siendo el rey. Viva Fermín Salvochea. Ay vaporcito del puerto. Sin poesía no hay ciudad". No, no hay que perder la esperanza. Podemos desconfiar del lenguaje, de las apariencias, de los metarrelatos, pero nunca, jamás, de la tecnología.

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