LO único que yo puedo ver en esta serie reciente de enfrentamientos entre Grecia y el resto de Europa es una vieja historia: los acreedores quieren cobrar lo que prestaron a unos prestatarios que no tienen dinero para pagar y parece que no lo van a tener nunca. No se trata de que no quieran, sino que no tienen cómo ni qué. Es como esos propietarios de pisos que se quedaron en paro y no pudieron terminar de pagar la hipoteca. El gran problema (megalo próblima, que dicen los griegos) es que no se puede desahuciar a un país entero, ni sería justo. En esa lucha, el deudor utiliza todos los argumentos, armas y trucos que conoce para intentar que se le perdone la deuda, o al menos se le alivie hasta el nivel al que pueda llegar a pagar. Todo lo que se está escuchando sobre gobiernos irresponsables y pueblos de aprovechados son, en cambio, las armas y trucos que usan los prestamistas para lograr su objetivo. Y ya está.