Efecto Moleskine

Ana Sofía / Pérez / Bustamante

Cayetano del Toro

Para quienes tengan interés en saber algo más de aquel gaditano que hoy es un trozo de Avenida, hay ahora una exposición en el Castillo de Santa Catalina que conmemora sus logros en el centenario de su muerte. Impresiona ver el aspecto que tenían esos grandes hombres del siglo XIX, que parecían todos el abuelo de Darwin, tan llenos de barbas y patillas y con esas miradas enérgicas que parecen seguir haciendo desde sus daguerrotipos la Revolución Industrial. Nieto de un tornero patriota de cuando la guerra de Independencia, fue don Cayetano miembro de una clase media ilustrada de origen proletario extremadamente escasa en Andalucía. Médico de profesión, especializado como oftalmólogo y otorrino, fue una figura de reputación internacional que no accedió a la cátedra de la Universidad porque se negó a pagar la mordida que le exigía el tribunal (un requisito curricular de entonces). Con el dinero que se ahorró en sobornos publicó una monografía monumental sobre ginecología y fundó una escuela paralela donde enseñar a los jóvenes lo que él sí sabía. Aparte, era médico de la Caridad. En el Diario de Cádiz anunciaba su "consulta abierta para los pobres los martes, jueves y sábados a partir de las cinco de la tarde, en la calle de la Verónica número 9". Militó en el partido liberal de Sagasta y fue masón y católico con idéntico fervor. Del Toro ejerció la política como un servicio cívico, poniendo su inteligencia pragmática al servicio de la ciudad, y a su mandato (como presidente de la Diputación o como Alcalde) se debe el derribo de las murallas, el relleno de los terrenos de astilleros, la ampliación del muelle y la expansión de la ciudad hacia extramuros, en un momento en que las obras públicas sirvieron para aliviar (keynesianamente) el desastre económico que afectó a Cádiz a raíz del 98. También se batió en duelo a pistola con el alcalde que le había precedido, por haber vaciado las arcas municipales. Cuando saneó el erario público, se volvió tranquilamente a trabajar en su consulta, hasta que se murió. A la vista de los resultados de las elecciones municipales, ruego al cielo que nos depare otro nieto de Darwin. Y no su caricatura, que es la que figura en la etiqueta del anís del Mono.

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