TENGO un nuevo amigo. Puede que la amistad esté tan sobrevalorada como los estudios universitarios o la juventud, pero a mí siempre me ha gustado tener amigos. Con la edad uno aprende a valorarlos, sobre todo porque los que continúan a tu lado, los que no se han aburrido y buscan nuevas emociones, son siempre menos que los que te acompañaban al principio del camino. Hay algunas pérdidas más dolorosas que otras, porque todo lo que depende del corazón es proporcional a la incondicionalidad con la que se ha querido. Y si al recién hallado ya lo querías de antes, y si sabes que lo vas a querer hasta tu último aliento, que cuando le dices que morirías por él va en serio, todo cobra sentido. Mi nuevo amigo, a sus 10 años, es capaz de jugar conmigo al fútbol, a la consola, ver un partido, tomarse una tapa de ensaladilla, reírse con mis tonterías o disfrutar viendo una procesión a mi lado. Y encima se llama como yo: Pedro Manuel Espinosa.