Efecto Moleskine

Ana Sofía / Pérez / Bustamante

The Pelayos

HAN cambiado de cadena, día y hora el programa Versión Española, y en verdad que viene siendo una delicia. La penúltima semana pusieron The Pelayos, una película basada en la verídica historia de la familia de Gonzalo García-Pelayo, un buscavidas inteligente que discurrió un método bastante infalible de ganar en la ruleta. Con el método y el auxilio de su parentela se dedicó a hacer saltar la banca de los casinos, "ad maiorem pelaiorum gloriam" (a mayor gloria de los pelayos, o sea). Lo mejor fue la presencia en el estudio de TVE del interfecto, un hombre de aspecto correcto y tranquilo, satisfecho de ver su vida llevada al cine, que además imparte cursos de póker y escribe libros donde te explica que la vida es como un juego, pero un juego inteligente: baraja, relaja, calcula y disfruta. Ahora que empieza la campaña electoral me pregunto si los candidatos se subirán al autobús con filosofía semejante. Adrenalínica y adictiva la política lo es, como el juego, y es una forma de vivir que producir, lo que se dice producir, no produce directamente nada. Pero bueno, el dinero en cantidades astronómicas ya sabemos que es una ilusión, un pacto de la ficción de las finanzas y los poderes. El dinero produce sociedad. La política produce marcos de relación entre las partes. Me pregunto si será correcto homologar un partido político a un crupier. Porque los partidos dan las cartas. Luego los candidatos deben jugarlas. Faroles, se los echan, y suben la apuesta, te prometen el oro y el moro, lo que tú quieras, bonita, sea puente, polideportivo, polígono, salud, dinero o amor. Ojeadores, los tienen, que andan los sondeos a todas horas agitando el caldo de la intención, a ver quién mete a quién más susto en el cuerpo. Señas, se las hacen, pero hay que estar en el ajo para descodificarlas. La mayor parte de los jugadores son tahúres, es decir, profesionales. Yo en estos momentos estoy empezando a pensar qué es mejor o qué es peor: si un tahúr conocido o un tahúr por conocer. La banca no se inmuta aparentemente porque la banca siempre gana, por lo menos al final. A los Pelayo no se les pudo condenar porque no infringían las normas. Las normas siempre se crean y se van rectificando sobre la marcha. A lo que iba: admiro a los Pelayo, pero realmente no me hace ninguna gracia que la política se plantee como un juego.

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