HACE unos días tuve la oportunidad de asistir a un acto en el que me sorprendieron por extrañas en esta época las reivindicaciones que hizo en voz alta una señora joven, fina y pizpireta en defensa de la familia. Para ello trajo a colación los argumentos del gran beneficio que ésta reporta al bienestar de la sociedad, al bienestar de cada una de las personas con sus diferentes necesidades.

Se preguntaba ella que quién hace de ludoteca cuando se tiene a un hijo enfermo y hay que irse a trabajar -el que pueda- en las condiciones en las que se hace hoy en día (el doble de tiempo para ganar la mitad). La respuesta por obvia no es menos contundente: los abuelos, los tíos, la familia, recalcaba.

Reflexionaba también ante el improvisado auditorio que cuando falta dinero para llegar a fin de mes, es la familia la que hace de prestamista sin intereses y en la mayoría de los casos a fondo perdido.

No dejaba pasar por alto que es precisamente la familia la que pone el techo a los hijos que vuelven a casa porque la ignominia del poder económico auspiciado por la clase política les quita las suyas.

En su alegato recordaba que el cuidado, acompañamiento y asistencia sanitaria de nuestros mayores convertían a las familias en improvisadas residencias low cost, debido fundamentalmente al vil lavado de manos de los organismos in-competentes.

Rechinaban en los oídos sus palabras recordando que muchas familias se reconvierten en hospitales de campaña sin recursos ni medios adecuados cuando se tiene a un enfermo crónico o a una persona con minusvalía física muy grave.

Pregonaba que son las familias las que abren las despensas de sus casas a sus hijos en paro y a sus nietos para que puedan llevar la compra del día a casa, convirtiéndose en auténticos comedores sociales.

Clamaba porque se permitiera a la familia seguir ayudando, cosa cada vez más difícil a pesar de los cantos de sirena pre-electorales que nos escupen a mil quinientos por minuto sin percatarse los que ya nos engañaron antes, y los que nos van a engañar ahora, que cada vez lo van a tener más difícil. A estas alturas ya solo me fío de mi familia.

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