Su propio afán

enrique / garcía-máiquez

Costa Casta

CUNDE la preocupación por la pérdida de la "marca Puerto". La expresión me gusta tan poco como la de "marca España", qué manía de marketingalizarlo (marketing + martingala) todo. Pero expresión aparte, lo indiscutible es que El Puerto tenía un prestigio que se disipa.

Seamos valientes y sinceros, si me permiten la redundancia, y reconozcamos que en esto la responsabilidad de los políticos es limitada, como suya. El prestigio del Puerto tenía tres pilares muy conectados entre sí: el vino y sus grandes casas; su viva cultura, alta y popular; y su turismo, elegante y entrañable. Las crisis económicas, sectoriales y generales, apoyadas por unas políticas fiscales que laminan a las clases acomodadas, han cortado el medio pilar de las compañías y media pata de los veraneantes. La crisis cultural y la moral todavía han hecho más daño. La crisis de la familia ha repercutido, como es obvio, sobre el veraneo familiar.

En los veranos de esplendor, al Puerto se le llamaba Costa Casta, subrayando su ambiente sano y deportivo, su frescura y su decoro. Entonces, una importante revista le dedicó un amplio reportaje y allí que salieron varias amigas diciendo que lo de Costa Casta era inmerecido porque aquí se ligaba como en Ibiza o en Marbella. Quedé estupefacto: las conocía bien y no diría tanto, o tal vez yo, en concreto, no me enteraba, y, en el peor de los casos, ¿qué necesidad había de presumir de eso en una revista? La decadencia había comenzado.

Desde luego, es muy difícil no dejarse arrastrar por la corriente de los tiempos, aunque nos dirija a una masa confusa donde se pierde la personalidad y el encanto para los visitantes. El punto está en resistir, y aún hay margen. Y aquí es donde los políticos no ayudan, asfixiando con IBIs y demás impuestos, con un PGOU que se ensaña con las zonas más carismáticas, descuidando servicios, etc. Hay quien lleva años pidiendo que se acote en las playas alguna pequeña zona familiar, donde se cuide un poco, sí, la vestimenta, pero no sólo: donde no se fume según qué cosas y se limiten las efusiones digamos sentimentales y no se beba -botellón al sol- no ya como si no hubiese un mañana, sino como si no existiera la noche. No sería más discriminatorio que la zona de nudismo, y sería más coherente con el atractivo de nuestro veraneo de siempre. Ése que tanta riqueza trajo a El Puerto y que nos gustaría tanto que conocieran nuestros hijos.

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