Su propio afán

enrique / garcía / mÁiquez /

Franco, Franco, Franco

Usted, probablemente, no es un lector habitual de esta columna, pero se ha asomado aquí por el título. ¡Bienvenido! He aprovechado los últimos coletazos del Carnaval para gastarle esta broma, que es un experimento. Un experimento ya muy contrastado. Entre otros, lo han hecho los editores de La vida lenta. Notas para tres diarios (1956, 1957 y 1964) de Josep Pla. La publicidad del libro en suplementos y revistas ha hablado mucho de Franco, esto es, de que Pla hablaba mucho de Franco y, por supuesto, mal. Pero cuando se lee el libro Pla apenas lo hace y siempre como de paso, repentinamente malhumorado por aquella interminable estabilidad política gris. Aunque Pla no toca el tema más de tres o cuatro breves veces en 379 páginas de apretadas notas, de las tres citas que se ponen en la contracubierta, dos (un 66'6%) son sobre Franco.

Lo serio de la broma es el gancho publicitario del que goza aún Franco -en política llamar "franquista" a alguien es también y todavía un gancho de izquierda a la mandíbula del oponente. Como gancho publicitario vale, por lo visto, para que un libro de interés se nos venda por otra cosa. Y otra cosa, además, intrascendente, porque esas tres o cuatro desahogos tampoco alteran la imagen política de Pla. Se le ve bastante instalado con las fuerzas vivas, desde el alcalde de su pueblo hasta los grandes banqueros del momento.

El verdadero interés del libro nos atañe mucho más. La vida lenta es el manual del perfecto provinciano. Que la provincia sea Gerona y en los años 50 y 60, y que nosotros vivamos en otro siglo y en Cádiz no empaña sus lecciones. Siendo ambas provincias de veraneo, el ritmo vital de los indígenas se adapta igual a las idas y venidas de los visitantes. Pla, durante los meses de verano, lleva una vida social intensa de cenas y excursiones. Confiesa su agotamiento. De pronto, llega septiembre, todo el mundo se va, y el escritor confiesa su aburrimiento.

Un aburrimiento muy relativo, porque disfruta de cada comida y cada cena, de sus tertulias con su apretado puñado de amigos y de sus lecturas. Otro paralelismo gaditano es lo que le obsesionan los vientos. Ese constante pasar del garbino a la tramontana y vuelta es primo hermano de nuestro hamletiano: "¿Poniente o Levante?, ésa es la cuestión". ¿El lector que compre el libro esperando un alegato de resistencia antifranquista sabrá apreciar estos matices?, ésa es la cuestión.

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