francisco Sánchez Zambrano

¡Qué difícil es ser de Izquierda Unida!

Si los de IU dejan gobernar al PP, les apalean desde el PSOE; y si lo evitan, les destituyen. Un dilema

ATINAR con los motivos reales que han llevado a Susana Díaz a romper el pacto de gobierno en Andalucía es imposible. O, al menos, es imposible para mí. Me siento como San Agustín, aquel santo que intentaba desesperadamente descifrar el misterio de la Santísima Trinidad, hasta que un niño con el que se topó en la orilla le dijo que era más fácil meter todo el agua del mar en un boquete abierto en la arena antes que descifrar tamaña interrogante divina.

Desisto de intentar dar con la tecla porque no sé qué es lo que más ha movido a la presidenta de la Junta a adelantar las elecciones y, de este modo, propiciar que en apenas nueve meses los andaluces vayan a ser llamados a las urnas hasta en tres ocasiones diferentes. Una locura, sobre todo cuando los gaditanos y el resto de los andaluces tienen hoy unos quebraderos de cabeza infinitamente mayores que saber quién va a gobernar en Andalucía.

Puede que Susana Díaz tema que Podemos recobre más fuerza en los meses venideros, o puede que tema que una supuesta reactivación económica del país dé oxígeno al PP andaluz, o puede que esté pensando en dar una bofetada sin manos a Pedro Sánchez para, si se dieran las circunstancias oportunas, dar el salto a Madrid para ir al rescate de su partido, o puede que lo único que persiga es que en el Parlamento andaluz haya más diputados socialistas que populares, o puede que su decisión sea fruto de la conjunción de todos estos elementos, o puede que, sencillamente, nada de todo esto haya tenido que ver.

Lo que sí me parece es que el argumento de que el Gobierno PSOE-IU peligraba por una supuesta deslealtad de sus socios izquierdistas es poco o nada creíble. Habría que buscar en los archivos de la política española para hallar alguna ruptura de pacto en comunidades autónomas, ayuntamientos, diputaciones o mancomunidades que se hubiera producido apenas un mes después de que los dos partidos socios hubieran aprobado un presupuesto para el nuevo año. No creo que ese precedente exista. Y digo yo ¿hay algún ejemplo de lealtad mayor en un pacto que aprobar con tus votos unos presupuestos que dan vía libre a la acción de gobierno para, al menos, doce meses más? Creo que no.

Por eso lo que ha sucedido en los últimos días deja un aluvión de incógnitas por despejar (si es que algún día son despejadas) pero también una evidencia: en política hay muy pocas cosas más difíciles que ser de Izquierda Unida. Y no hay que alejarse mucho mi en el tiempo ni en la distancia para encontrar argumentos que den fuerza a esta afirmación. Si los de IU dejan gobernar al PP como fuerza más votada, como sucedió en Extremadura, desde el PSOE les apalean. Pero si hacen lo contrario y se unen a los socialistas para frenar la llegada del PP al poder, como ocurrió en Andalucía en 2012, terminan siendo destituidos. Un dilema. Y ahora, para colmo, aparece por detrás un elefante de nombre Podemos que quiere adelantarlo por la izquierda, con o sin aplastamiento previo. El re-dilema.

Y a estas que vienen elecciones en marzo, en mayo y en noviembre. Y a estas que no se vaticinan muchas mayorías absolutas ni en Andalucía, ni en muchas capitales de provincia andaluzas, ni en muchas ciudades y pueblos de la provincia, ni en la Diputación de Cádiz, ni en España... Y a estas que habrá que negociar acuerdos de gobierno que den estabilidad. Y llegado el caso, que llegará en muchos sitios, también en esta provincia, el PSOE se sentará con IU, y le alertará con esa frase tan original de "que viene la derecha", y le pedirá su apoyo, y le pondrá por delante el papel del pacto, para que lo firme. Y los de Izquierda Unida se mirarán entre sí, y discutirán, y harán lo de siempre: llegar a la conclusión de que ser de IU es muy pero que muy difícil.

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