La esquina

josé / aguilar

La izquierda disuelta

SE ha disuelto el primer Gobierno bipartido de izquierdas de la historia de la Andalucía autonómica con dos detalles desagradables. Quizás inevitables, pero decididamente feos. Uno, el despido de los consejeros de IU. Dos, la prórroga del aforamiento de tres ex consejeros de la Junta.

El vicepresidente Diego Valderas y los otros dos consejeros de IU habían decidido permanecer en funciones hasta la constitución del nuevo Consejo de Gobierno, tras las elecciones del 22 de marzo. Una forma de decir que, si fuera por ellos, el Ejecutivo seguiría trabajando, que goza de estabilidad y no hace falta anticipar las elecciones. ¡A buena se lo han ido a decir! Susana Díaz los ha echado, como temiendo alguna expresión extrema de la deslealtad y el radicalismo que achaca a IU. Pero los consejeros socialistas se mantienen.

También ha procurado la presidenta no dañar el estatus privilegido de los ex consejeros Antonio Ávila, Carmen Martínez Aguayo y Francisco Vallejo, cuyo señalamiento como preimputados por la juez Mercedes Alaya estaba matizado por su aforamiento como diputados. Aunque la condición de parlamentarios se pierde automáticamente al disolverse la Cámara, los tres la conservarán tras ser designados por el PSOE como miembros de la Diputación Permanente del Parlamento, que sigue ejerciendo hasta la elección del nuevo. Por tanto, su situación procesal en el caso de los ERE continúa en manos del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, sin que la inquietante juez pueda llamarlos a declarar o imputarlos.

Por lo demás, normalidad en la ruptura del pacto y atribución mutua de responsabilidades: el giro radical de IU, según Susana, y el interés personal de Susana, según IU, como culpables de la crisis. Y normalidad también en las explicaciones de la presidenta, fiel reflejo de su doble preocupación actual: su necesidad de ser refrendada en las urnas ("Es el momento de la gente (...) ¿Por qué temer a la voluntad de los ciudadanos?") y su vocación de permanencia en esta tierra ("Quiero estar aquí, en Andalucía (...) Éste es el único tren que quiero coger").

Cada afirmación encierra su peligro. La primera, que los ciudadanos voten de tal manera que tenga que presidir un gobierno más inestable que éste. Segundo, que si ella gana y Sánchez pierde, será muy fácil "convencerle" de que ha de sustituirle. Para salvar al PSOE, por supuesto.

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