Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

El Alambique

josé / antonio / tejero

Aureolas y calabazas

LOS que me conocen saben que no soy nada defensor de Yanquilandia. Pero desde hace unos años, a finales de octubre asistimos al mismo y cansino debate: los que practican la festividad del 1 de noviembre, manteniendo las tradiciones históricamente católicas de rito público, con gastronomía de por medio como los boniatos y la pastelería tradicional, frente a los que prefieren la estética gótica de influencia anglosajona secular de rito oculto, aderezados de caramelos en un truco o trato infantil. La discusión se cierne en evitar a toda costa la ingerencia cultural del otro lado del charco (aunque verdaderamente les llegara desde la céltica irlandesa). De evitar las cabezas en forma de calabazas iluminadas desde dentro, frente a las cabezas del santoral con aureolas iluminadas desde fuera. Es más, pasa el tiempo y queda desdibujada en la interpretación ciudadana el día de Todos los Santos con el Día de los Difuntos.

Y es que nos hallamos en un mundo trastabillado dispuesto a sucumbir ante las tres emes; mixturas, mezcolanzas y Mcdonald's. Así que desde ya, le digo a los citados en primer lugar que tienen la batalla perdida frente a Halloween (contracción de All Hallows' Eve). El Papa más mediático Juan Pablo II, ya lo advirtió en su pontifical ejercicio pensando que las brujas y los enterradores con joroba iban a tomarle el paso a San Francisco de Asís, Santa Bernardita de Lourdes o a San Martín de Porres, y propuso palabras textuales "sugiera a sus hijos usar disfraces diferentes. En lugar de vestirse de monstruos o fantasmas ¿por qué no vestirse de santos y santas? Entre los diversos disfraces que podrían usar tenemos: obispos, sacerdotes, vírgenes, ermitaños, monjes franciscanos, dominicos o carmelitas. Lo único que necesita es una túnica y agregarle alguna vestidura o capa, un velo y el cordón para ceñir la cintura". Toma ya…ahora explicalé a una niña de seis años que en vez de ponerle un vestido barroco de colores ácidos con gorro puntiagudo y maquillaje fantasía le colocas la vestimenta de una monja carmelita… no creo que esté la Iglesia Católica como para disfrazarse aún más. Así que prefiero ver a un niño feliz ahora, que a otro buscando en caminos ignotos una espiritualidad del mañana.

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