TWITTER casi en masa ha comulgado estos días con dos ruedas de molino descomunales. Dos del tirón, además. Por un lado, la pronta extinción de las piruletas corazón y los chupachups Kojak -ante el inesperado repunte de ventas, en Fiesta se estarán preguntando por qué no alientan bulos así más a menudo-. Y por otro, la detención del grafitero y artista Banksy. La escasa diferencia que existe, se dice, entre redes sociales y vida real se fue ensanchando, en el caso de Banksy, exponencialmente y a ritmo de tuit: mientras el mundo virtual se las maliciaba para enchironarlo; en el mundo real, la Pimpinela Escalarta del muralismo se marcaba una Joven de la perla sublime, giganta, impresionante, en los muelles de Bristol. Y es entonces, al descubrir esto, cuando uno aparta la vista del móvil y se pregunta qué cuernos está haciendo con su tiempo habiendo tantas gigantas ahí fuera.
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