La esquina

josé / aguilar

En Escocia sí se ha votado

FUE tan torpe el primer ministro del Reino Unido, David Cameron -de las Islas- al imponer que el referéndum en Escocia sólo contemplara dos opciones, independencia sí o independencia no, sin abrirse a otras posibilidades, que el nacionalismo escocés saldrá ganando en el envite, sea cual sea el resultado de las urnas.

Si gana el sí, habrá logrado su objetivo máximo de separarse del Reino Unido, que pasará a Desunido. Pero es que si gana el no, los nacionalistas de Salmond conseguirán las altas cotas de autonomía que los tres principales partidos británicos se han comprometido solemnemente a ofrecerles si su decisión ha sido -lo sabremos hoy- continuar integrados. Una cotas de autogobierno que les acercarán a las que disfrutan desde hace años las comunidades autónomas españolas y que tan descontentos tienen a los nacionalistas de aquí.

Ha sido una oferta a la desesperada, formulada cuando empezaron a torcerse las encuestas, al principio decantadas abrumadoramente por la permanencia en el Reino Unido, y conservadores, laboristas y liberales comprendieron que en este tipo de plebiscitos las motivaciones emocionales, sentimentales e identitarias se imponen con frecuencia a los argumentos racionales y las razones económicas y políticas. Si no fuera así, el proceso soberanista de Cataluña no habría llegado tan lejos.

Otros que ya han salido triunfadores sin necesidad de esperar al escrutinio de las papeletas escocesas son precisamente los independentistas catalanes. Ni que decir tiene que celebrarían como una resonante victoria propia cualquier mayoría del sí, por mínima que fuese, ya que eso conduciría a la secesión de Escocia (aceptada y pactada por Cameron, porque así lo quiso éste) en algo más de un año, y daría alas a su pretendido referéndum del 9 de noviembre. Pero es que si la mayoría ha resultado ser para el no, la Cataluña que persigue abandonar España no dejará de apuntarse el éxito que supone la celebración misma del referéndum escocés. El discurso ya está preparado: al menos Escocia ha ejercido el derecho a decidir su futuro y el Estado no le ha prohibido votar, como se le va a hacer a Cataluña.

Lo que confirma, una vez más, que todo vale para hacer tragar a los catalanes el cuento de la buena pipa de que la independencia les hará felices como por ensalmo porque todos su problemas tienen su origen en el maltrato que les dispensa España.

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