Efecto Moleskine

aNA SOFÍA / PÉREZ- / BUSTAMANTE

Omaha beach

70 años después del Desembarco de Normandía, el cementerio estadounidense de Coleville-sur-Mere se extiende silencioso frente a la playa que desde entonces sigue llamándose Omaha. Es una extensión de césped verde donde se alinean diez mil sepulturas orientadas al oeste, hacia la tierra natal. Casi todas son cruces blancas, pero también algunas estrellas de David. Entonces no había allí a quién erigir medias lunas. En cada monumento, un nombre, unas fechas, los datos de una chapa militar (unidad, regimiento, brigada), y el lugar de procedencia: Maryland, N. Y., North Carolina, Texas… Eventualmente solo se lee: 'Here rests in honored glory a comrade in arms known but to God' (Aquí descansa en honrosa gloria un compañero de armas a quien sólo Dios conoce). Una rosaleda semicircular evoca a los desparecidos en combate. Una especie de Cristo miguelangelesco conmemora el espíritu de la juventud estadounidense alzándose de las olas. Este inmenso silencio verde contrasta con los registros documentales del día D: el mar embravecido, las bandadas de aviones, la lluvia de paracaidistas, los soldados hacinados, vomitando en los lanchones de desembarco, abriéndose paso con dificultad entre las olas, hundiéndose en la arena, los campos sembrados de minas y alambradas, el fuego ininterrumpido desde los búnkeres nazis. Vagamente resuena una frase que dijo Churchill en otro contexto: "Jamás tantos debieron tanto a tan pocos". Generación tras generación, cada vez somos más los deudores de aquel día D, pero aquellos muchachos no fueron pocos. Entre los caídos en Omaha había un español, Manuel Otero Martínez, de profesión mecánico de la marina mercante. Hizo la guerra civil en el bando republicano porque el alzamiento le pilló en Santander. Tras la guerra su familia consiguió sacarlo de la cárcel, pero el ambiente del pueblo, zona nacional, lo obligó a emigrar a América. Allí se alistó en el ejército para conseguir más rápidamente la ciudadanía norteamericana. Luego vino Pearl Harbour y finalmente un 6 de junio del 44 en Normandía. Ah, la patria. Un lugar por el que perder la vida, lejos de casa, para que otros puedan vivir.

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