Efecto Moleskine

Ana Sofía / pérez- Bustamante

José Alberto López

Vive José Alberto López un largo idilio con un oriente que es el de la ruta de la seda, el del jardín del Edén. A finales de junio se pudo ver, en las jornadas de moda South del Baluarte de la Candelaria, un pase de kimonos espectacular. Ahora se exhiben en el castillo de San Sebastián, en una muestra que se titula "Paisaje interior. Arte y sueño en kimono", con textos de Mª Ángeles Robles. En una sala cuelgan los trajes de un palo horizontal, como es la costumbre con estas prendas, y se hace extraño verlas ahí sin muchacha dentro que se deslice por la pasarela como un espejismo animado de la belleza. José Alberto ha pintado las telas y los modelos han corrido a cargo de diseñadores diferentes. En su día me impactaron particularmente dos apariciones en blanco y grises con motivos de paisaje, garzas y flores de almendro; eran del Taller Torres & Cosano y su elegancia espectral ilustraba bien los versos: "Han pasado mil años y aún te busco en el perfume incierto del verano". Por sus colores, en cambio, mis preferencias siguen fieles a los dos modelos facturados por Rafael Dodero: un verde dorado, o un oro verdecido: "Este débil hilo que nos une. Este camino de hojas derramadas…". Y en cuanto al diseño, me llevaría puesta una túnica de María Vernal en rosa, verde, lila y añil, con algas, lluvias y peces: "Entre tus manos / se derrite la nieve. / Agua en las mías". En la plaza de abastos se exhibe la dimensión "mil y una noches" de José Alberto: sus collages con bordados, encajes, pintura y telas. Un mundo ¿irreal, imposible? Tengo un amigo checo que anduvo un mes viajando por Irán. Un día se echó a dormir en un banco a la intemperie. Al despertar, un niño se le acercó y, sin mediar palabra, dejó a su lado una taza humeante de té. Era un niño de ojos enormes como soles negros. Mi amigo quiso hacerle una foto, y pidió permiso al padre. El padre le permitió hacer la foto y le dio como recuerdo, con una sonrisa sin palabras, una flor de jazmín. Hay personas que siguen haciendo posible la ruta de la seda. Como Jan Machej, traductor de poesía y de novelas del exilio al checo. Como José Alberto López, iluminador del Libro de las Maravillas, embajador por Cádiz del año España-Japón.

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