Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

La tribuna

eduardo Osborne Bores

Parecidos irrazonables

UNO hubiera pensado, cuando arrecia la crítica al modelo capitalista y la desigualdad se dispara, que el Partido Socialista iba a designar como líder a una persona de formación contrastada, moderada y cercana a los postulados de la socialdemocracia clásica, capaz por una parte de contraponer al gobierno conservador las recetas de la reserva federal que palien los efectos de las antipáticas políticas de austeridad de la señora Merkel, y por otra fije con nitidez las líneas que le separan de las políticas neochavistas de la izquierda radical, en boga tras el éxito electoral de Podemos.

Sin embargo, ni los candidatos ni la persona finalmente elegida por lo militantes (a falta de la ratificación por el inminente congreso) se corresponden con ese perfil. Pedro Sánchez es un diputado de Madrid de apenas cuarenta años, profesor universitario de gesto amable, que no ha ostentado cargo de relevancia alguna y desconocido para el gran público. Sus primeras ideas apenas esbozadas son la apuesta por un sistema federal, el fomento de las políticas de igualdad y, como no podía ser menos, las críticas a la Iglesia. Su aparente falta de consistencia como alternativa lo acerca más a la figura desdibujada de Zapatero que al liderazgo empático de González.

Cuando el Partido Socialista de Andalucía (o más bien José Antonio Griñán) puso al frente del partido en nuestra Comunidad a su consejera de Presidencia, toda la derecha mediática y sociológica se apresuró a airear la presunta falta de formación de la designada. Cómo va a ser presidenta de una comunidad, decían, quien no conoce otra profesión que la política y apenas cuenta con una licenciatura en Derecho por la Universidad de Sevilla, después de diez años matriculada.

Uno, otra vez ingenuo, hubiera pensado que el Partido Popular, el más votado en las últimas elecciones y que se quedó en la misma orilla del poder, elegiría para enfrentar a Díaz a un candidato (o mejor candidata) con experiencia laboral fuera de la política, titulado superior con másteres varios. Sin embargo, el partido (o más bien Mariano Rajoy), después de marear la perdiz más tiempo del deseable, designó a un joven malagueño que no llega a los cuarenta años, al que no se le conoce oficio fuera de la política y cuya formación académica se reduce a una diplomatura en protocolo.

Ocurre que el tiempo hace su trabajo, y podemos estar de acuerdo en que la flamante presidenta de la Junta quizá no sepa mucho de Derecho, pero desde luego de política sabe tela, y en pocos meses con sólo algunos golpes de efecto y una campaña de imagen eficaz ha puesto tierra de por medio y su proyección política tiene incluso más vocación nacional que autonómica.

Viene a cuento lo anterior para señalar la similitud en la forma de manejarse de los dos grandes partidos nacionales, convertidos en estructuras jerárquicas y cerradas, por mucho de que la primaras abiertas a la militancia promovidas por el PSOE hayan podido darle un aire más abierto. Los dos con sus férreos grupos parlamentarios, sus barones regionales, sus televisiones públicas convertidas en canales de propaganda, su concertación social, sus macro casos de corrupción, sus cuentas opacas…

Mientras tanto, el ciudadano asiste entre perplejo y resignado a este festival de despilfarro de dinero público, a la percepción de salarios e indemnizaciones exorbitantes por personas que se dicen de izquierdas, al pago de impuestos cada vez más abusivos, al deterioro imparable de instituciones que hasta hace bien poco parecían intocables, en espera del propagado crecimiento económico, lento y no muy dispuesto a bajar una tasa de paro estructural sencillamente insoportable.

Por los sumideros de esta degradación ética y la falta de credibilidad política se han ido a la abstención muchos votos de personas a priori afines, cuando no abonan las posiciones de opciones políticas extremas, radicales o separatistas. Ahora que parece está tan de moda criticar y hasta caricaturizar los planteamientos de este nuevo fenómeno mediático que atiende por Pablo Iglesias, más nos valdría analizar las causas de su innegable éxito electoral, aunque esté en las antípodas de nuestro pensamiento.

Los que creemos que el Partido Socialista ha sido el partido más decisivo (en lo bueno y en lo malo) en la conformación actual de España ya ni siquiera aspiramos a que sirva como en otros tiempos de dique nacional frente a los separatismos periféricos, ni los que nos consideramos seguidores del liberalismo clásico inglés vamos a estas alturas a pedir a este Gobierno que reforme como nos prometió la Administración del Estado, pero al menos sí sería deseable que ambos fijen el rumbo del país aplicando con sentido de estado las ideas que les unen, y no las que los separan.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios