Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

DOS años y medio largos ha estado el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, esperando poder dar la noticia que al fin pudo ofrecer ayer: la economía española ha vuelto a crear empleo seis años después. Desde el segundo trimestre de 2008, en efecto, no había crecido la población ocupada. Lo ha hecho de nuevo en el mismo periodo de 2014, con 192.000 nuevos empleados con respecto al segundo trimestre de 2013, alcanzando el número de trabajadores en activo y cotizantes a 17, 3 millones, una cifra que no se lograba desde mediados de 2005. En la otra cara de la moneda del mercado laboral, el número de parados se ha reducido notablemente, registrándose igualmente caídas en el número de hogares cuyos miembros están todos parados y el de familias en las que no entra ningún ingreso regular. Los datos de Andalucía, que habían venido siendo mejores que los nacionales en los últimos tiempos, han quedado, sin embargo, al margen del avance generalizado del trimestre anterior. La cifra de desempleados andaluces solamente se redujo en 3.100, quedando la tasa de paro en el 34,74%, de modo que al escandaloso nivel de desempleo hay que añadir en esta ocasión una tendencia peor que la media de las comunidades españolas, lo que debería mover a una seria reflexión a las autoridades autonómicas y los agentes económicos y sociales. Por lo demás, los buenos datos relativos del empleo del pasado trimestre vienen a coincidir con la noticia de que la economía española acaba de cerrar un leve ciclo, de un año, de crecimiento sostenido, que ha acumulado un 1,1% del Producto Interior Bruto. Es un dato modesto, pero positivo teniendo en cuenta que venimos de una recesión pura y dura y que, por otra parte, es un crecimiento inducido por el incremento del consumo interior, lo que agranda las expectativas de consolidación. Con todo, conviene no perder de vista que los empleos que se están generando a pesar de crecimientos tan livianos son, en buena parte, producto de las nuevas condiciones creadas por las reformas y ajustes: con devaluación salarial, en forma de subempleo o empleos a tiempo parcial y con facilidades y abaratamiento del despido. En suma, con un proceso claro de precarización de los nuevos trabajadores ocupados. En consecuencia, no deben el Gobierno y los agentes económicos dar por finiquitada la etapa de recesión y lanzar las campanas al vuelo. Se impone la prudencia, seguir en la misma dirección y aguardar a que tras la etapa estival, que propicia numerosas contrataciones en el sector turismo y servicios en general, el otoño confirme la permanencia de los signos alentadores que la EPA acaba de reflejar.

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