Joaquín Fernández Pérez-Lila

Del Cádiz bloqueado al Cádiz protegido

La declaración del casco histórico como Patrimonio Mundial sería su mejor protección

Los que viven a la orilla del mar se crían ya tan acostumbrados al murmullo de las olas que nunca las oyen (Viktor Shklovski).

Recientemente la ciudad de Cádiz ha sido bloqueada. Es decir, se ha vuelto a solucionar un problema de siempre con la medida más rápida y barata pero menos ventajosa: poner bloques para preservar una parte de su muralla histórica. Por las mismas fechas en que se tomaba esta precipitada actuación, el Foro de Debate Cádiz 2012, movido por las declaraciones favorables del Consejero de Cultura y Educación de la Junta de Andalucía y el respaldo de las dos últimas Cumbres Iberoamericanas de Jefes de Estado y de Gobierno, inicia el trámite administrativo para situarse en la "lista" de peticiones andaluzas y españolas para declarar al Recinto Amurallado y Ciudad Histórica de Cádiz Patrimonio Mundial por la Unesco.

Esta declaración sería, como venimos diciendo desde el Foro y otros antes que nosotros, la máxima protección posible de las murallas y el casco histórico que las primeras encierran.

Partimos de la idea de que los propios gaditanos, como se han criado en tan mágica ciudad y desarrollan su vida en ella, no perciben ni aprecian en su justa medida su belleza, señalada por tantos viajeros, ni lo que significa en la historia del urbanismo y la arquitectura para Europa y para América, o lo que supuso como vehículo de la transmisión recíproca de ideas y cultura en lo que hoy significan los 500 millones de habitantes que hablan español. Una sentencia de Shklovski, el gran teórico del formalismo ruso, encabeza este artículo. Señala que en general no somos conscientes de lo que nos rodea, ni sabemos apreciar su valor. Proponía en sus tesis sobre el arte que los objetos cotidianos o los acontecimientos, sólo acaban teniendo existencia formal y aprecio, cuando artistas con la suficiente sensibilidad y capacidad de evocación, como pintores, escritores o músicos, se ocupan de ellos y nos los muestran de otra forma.

El espléndido casco histórico de Cádiz tiene la singularidad de haberse ido formando durante tres siglos, desde la ultima destrucción y saqueo angloholandés hasta finales del siglo XIX. Permanece además casi inalterable. En él, podemos encontrar el rastro de sus inicios en el siglo del barroco, o su adscripción en su época de esplendor al neoclásico en el siglo XVIII, cuando era el gran puerto del mundo, o encontrar por último los frutos de su pausada decadencia, una vez independizadas las colonias americanas, en su configuración isabelina y ecléctica o sus nuevas plazas tras la desamortización de los bienes eclesiásticos. Termina, como tantas cosas en España, en 1898 con la pérdida de los últimos restos del imperio colonial.

Además, constituida como ciudad comercial, Cádiz será modelo para otras muchas ciudades del continente americano. Tanto sus fortificaciones: murallas, castillos y baluartes, como su traza urbana o sus edificios viajarán a lugares remotos. Siempre acabarán siendo viajes de ida vuelta porque las soluciones que valen en Cádiz valdrán en los puertos fortificados americanos y las adoptadas en estos valdrán para Cádiz. Lo mismo podemos ver en la arquitectura y ornamentación de sus iglesias, en los edificios civiles y en sus casas. Cádiz se convierte en la ciudad latinoamericana en Europa y además configura en sus habitantes una forma de ser, llamada "espíritu de Cádiz", que es una mezcla de sabiduría, tolerancia, éxito en la anticipación e ingenio, que hace a los gaditanos y americanos una excepción en todo el mundo.

La forja de esa ciudad no fue ni mucho menos fácil en sus inicios. El desastre que supuso desde sus comienzos el saqueo de Cádiz está reflejado en las crónicas de la época. Fray Pedro de Abreu relata así los primeros días de desconcierto cuando los numerosas velas de la flota angloholandesa ocuparon tres leguas de sitio en las proximidades de la Caleta de Santa Catalina y hacia la punta de San Sebastián: "Esta mañana al tornar del rebato se alborotó la ciudad, y con gran priesa se comenzó a embarcar la gente en los galeones, porque por no haberse embarcado la tarde antes, hubo tanto desorden que los más se habían salido a dormir en la Ciudad, el cual desorden ha sido, después de la voluntad de Nuestro Señor, la causa de la perdición de esta Ciudad, porque todos eran cabezas a mandar y ninguno había que supiese como pies obedecer; y así se perdió, por no tener pies ni cabeza"

Este fue el inicio atropellado del saqueo que acabó en un pavoroso incendio y la consiguiente destrucción de la ciudad; pero una vez decidida la importancia portuaria y estratégica de Cádiz para el comercio americano, el celoso y prudente Felipe II inició su fortificación en los puntos más débiles. Así se fue creando una ciudad que resultó inexpugnable al mejor ejército de la época, la Grande Armé napoleónica en los albores del siglo XIX. La trama urbana se verá obligada a adosar las viviendas fueran estas casas palacios, viviendas de comerciantes o casas de vecinos, porque el espacio estaba limitado y la expansión en abanico desde el primer núcleo urbano también. Y así hubo que subir los edificios en altura o se vieron precisados a establecer un ingenioso sistema de recogida de agua de lluvia en las azoteas y depositarla en aljibes para los largos períodos sin precipitaciones.

Las murallas constreñían la ciudad, a pesar de sus puertas, e impedían el avistamiento de los buques, por eso la construcción de las torres mirador o vigía que tanto caracterizan a la ciudad. Todo ello hace singular al casco histórico, todo ello es reflejo de su pujanza económica, todo lo que no percibimos por ser tan cotidiano, pero que tiene una inigualable belleza.

Este singular entramado fue testigo del imponente comercio mundial en el siglo XVIII y de acontecimientos históricos inolvidables como la redacción y promulgación de la primera Constitución democrática. Esta carta, elaborada por unos diputados sitiados y amenazados, fue de universal éxito, ya que plasmaba los derechos del hombre y reconocía las libertades de todo tipo en su idea de construir un tránsito pacífico entre un Antiguo y un Nuevo Régimen. Este casco histórico, fruto del esfuerzo de muchos gaditanos a lo largo de 300 años, necesita hoy por su singularidad y autenticidad, no sólo el reconocimiento mundial, sino también la máxima protección posible. Algunas actuaciones del siglo XX en cuyo detalle nos entramos no han sido muy afortunadas, tampoco las últimas de este siglo XXI, pero consideramos que la única forma posible de comenzar esa necesaria protección pasa por el reconocimiento mundial, cuyo inicio hemos solicitado.

Hoy, pasado el tiempo, la defensa del patrimonio de Cádiz hay que diseñarla con estrategias y actuaciones muy bien pensadas, una de las cuales podría ser esta Declaración de Patrimonio Mundial cuyo trámite se ha iniciado y que la convertiría en "ciudad protegida" . No podemos volver a caer en hacer las cosas sin pies ni cabeza. Ni la ciudad, ni los gaditanos ni toda la humanidad lo merecen.

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