Con la venia

fERNANDO / SANTIAGO

Locos por el cajón

EL concurso del Falla es un rollo infumable. Supongo que el dinero de la publicidad hace que periódicos, radios y televisiones mantengan el interés por un espectáculo largo y aburrido, donde el talento se ofrece a cuentagotas y donde el humor brilla por su ausencia. Eso sí, en el recinto se dan cita una cantidad excepcional de egos. Desde el más insignificante de los empleados que prestan su servicio en el Teatro hasta el más galardonado de los autores han desarrollado una vanidad sin precedentes. Debe ser que a lo largo de un mes son objeto de atención por los vecinos, los compañeros de trabajo y los medios de comunicación y algo así no se digiere con facilidad.

Ni que decir tiene que en el carnaval hay talento pero en su mayor parte está fuera del Falla. Hay algunos autores que han encontrado su salida profesional gracias a la exposición que supone el carnaval: el Selu, el Yuyu, Ana López Segovia, Julio Pardo, encontraron un camino profesional a partir de la capacidad que mostraron con motivo del carnaval. Para muchos otros es una fuente de ingresos sin la cual puede que no pudiesen mantener a sus familias, por eso se retiran del concurso y mantienen su actividad: Los Carapapas, Juan Carlos Aragón, Jesús Bienvenido. Ha servido para dar rienda suelta a mucho ingenio y para que los mejores obtengan réditos a sus cualidades. Ha tenido el efecto perverso del cliché hasta el punto de que es imposible decir que eres de Cádiz sin que se espere de ti un chiste, una copla o una gracieta sin pensar que la mayoría silenciosa de Cádiz somos los siesos, solo que es un talento cuyo mérito no se reconoce.

A este raudal de cualidades llegó un día la televisión y todo cambió. Si antes la vanidad se administraba en pequeñas dosis la televisión la ha multiplicado hasta el infinito. Es más popular en Cádiz el regidor de escena del Teatro que un escritor, un profesor de universidad o un pintor. La gente conoce a los autores, cosa natural pues son ellos quienes sostienen el chiringuito, lo que resulta insólito es la popularidad de los intérpretes que se han convertido en artistas singulares en media Andalucía, donde ya se saben los motes de algunos cuya principal cualidad es tener una voz aflautada o resultar atractivos para las adolescentes. El locutor que no conoce por sus motes al octavilla o al punta jurado es como si fuera analfabeto. El Falla es la hoguera de las vanidades de Cádiz, en el supuesto de que la gente del carnaval conozca a Tom Wolfe.

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