Efecto Moleskine

Ana Sofía Pérez-Bustamante

El hilo de la vida

La Real Academia define "álbum" como libro en blanco, encuadernado con primor, cuyas hojas se llenan con breves composiciones literarias, sentencias, firmas, retratos. Mi álbum gráfico favorito es una parábola de D. Cali y S. Bloch a partir de una madeja de hilo rojo que representa la vida en clave de sucesión de deseos: "Espero… hacerme mayor; …un beso antes de ir a dormir; … volver a verla; ...un bebé; …que los niños crezcan…". El otro día estuve en la graduación de mi hijo como bachiller, y a lo largo del acto cobró particular sentido esta imagen del hilo de la vida. Detrás de aquella glamurosa bandada de enchaquetados chavales con aspecto de futbolistas postmodernos y de jovencitas de altura irreal y vaporosa miniminifalda estaba aquella fila de patitos que llegó un día a preescolar, ante la dulce (y consternada) impronta de Manoli, y poco a poco se fue convirtiendo en hilera de calambres pubertosos. Aprendieron a celebrar el otoño con castañas, un poema de higienista dental ("Límpiate los dientes, / me dice mamá…"), la primera manualidad museable (un pececito hecho a partir de la huella de una mano diminuta…). Una larga época subdividida en nombres de seño (Conchi, Puri, Miss Carmen…). Las niñas eran un sector de patio con extrañas aficiones conspiratorias (con la salvedad de Pepa y Paula, que jugaban al fútbol). Hubo una fase Harry Potter, en que mi hijo era trillizo mental de Fran y Jorge, futbolistas con gafas. Una dimensión kárate kid con el sensei Jose. 

Dorada fue la Edad de la Peña Excursionista, donde pudimos apreciar la diferencia entre un marianista andaluz y uno vasco (uno charla mientras el otro trepa). Y la primera comunión con don Feliciano, alma seráfica y postconciliar afecta al canto litúrgico dodecafónico. Y ahora, de pronto, este rebaño de orgullosos padres (y madres) de graduados, ante esta pared wasapeadora de futbolistas y elfas que, superada la prueba del feroz Pepe Expósito (o del feroz Aranda), esperan …ser más mayores aún, pasar la selectividad, y quién sabe cuántas más cosas. Parece que fue ayer cuando ellos esperaban de nosotros… un beso antes de ir a dormir (aparte de la gameboy). Mi amigo Leopoldo no lloró, pero tenía ganas de llorar.

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