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El silencio de los conventos

QUÉ esconden los conventos tras sus muros empedrados? En el monasterio cisterciense de la Santa Cruz, asentado desde hace más de trecientos años en Casarrubios del Monte, en Toledo, viven diecinueve monjas dedicadas a la oración. Allí, acorraladas por los nuevos edificios de la ciudad que amenaza su silencio, sobreviven. Hasta hace tres años dedicaban su jornada laboral a bordar y coser en sus talleres manteles o ropa de bebé para El Corte Inglés. La crisis castiga a muchos llevándoles hasta la extenuación pero favorece a otros que consiguen riqueza. En esa condición es cuando llega -o traemos- la masiva mano de obra china. Sus efectos devastadores también han llegado a los conventos, que se han visto obligados a parar sus costosos talleres en los que se invirtieron millones de pesetas en maquinaria, y en consecuencia al despido de numerosas costureras.

Hoy el monasterio cisterciense de la Santa Cruz sobrevive de sus pastelitos, sus oraciones y una nueva hospedería. Lo que los monasterios y conventos de España esconden es el secreto de miles de ciudadanos quienes por culpa de la crisis económica, o vaya a saber por qué circunstancia, están sufriendo un conflicto psicológico, espiritual o de identidad y buscan en la clausura el recogimiento. Hoy, casi todos los monasterios y conventos españoles abren sus puertas al público. La crisis económica ha tirado abajo sus pesadas puertas de entrada para poder sobrevivir.

Rezar no alimenta pero convierte el dolor en el placer de morir, que diría Santa Teresa. Y es aquí donde nace la gracia del servicio mutuo: la Casa se convierte en una hospedería tan solicitada como cualquier austero hotel donde resulta difícil encontrar habitación libre y, a cambio, el ciudadano "halla unos días de descanso, días en los que se hace un paréntesis en la dura vida de cada día para refugiarse a descansar en una ambiente irreal". Pero las hermanas ven que esto encierra un grave peligro por poder ofrecer una paz falsa, una forma de evasión que la convierta en "casa de retiro" y no buscar ser fiel a la exigencia de un solo Dios.

Hoy por hoy, esas puertas que llevaban años cerradas se abren porque necesitan ingresos económicos. Es uno de sus intereses, es una de sus necesidades legítimas. Como tan legítimo es para un ciudadano de a pie, con la necesidad de provocar una emoción espiritual, aunque pasajera, cobijarse entre los muros de un convento sin verse obligado a convertirse. Ése es su actual secreto. El silencio de los conventos, el se que teje con el primor de un encaje elaborado por diecinueve monjas que sobreviven de su decaída huerta que aun así alimenta al empobrecido espíritu del huésped.

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