Gastronomía José Carlos Capel: “Lo que nos une a los españoles es la tortilla de patatas y El Corte Inglés”

cuchillo sin filo

Francisco Correal

El novelista me suena

ANTES la gente escribía para hacerse famoso. Ahora se hacen famosos para escribir. Si uno quiere seguirle el pulso al panorama de las letras españolas, debe estar pendiente de los telediarios. Ahí están, entre bambalinas, los futuros valores de la narrativa patria. Un tipo de escritor muy mimado por el jurado del premio Planeta, que dio el galardón mejor dotado a presentadores del telediario como Fernando Delgado o Ángeles Caso, que antes fue finalista como le ha ocurrido ahora a Mara Torres, que se asoma todas las noches a los informativos de La 2, o al histrión Boris Izaguirre.

Dice Lorenzo Silva, ganador de la última edición, que la crisis económica va a despertar el interés por la novela negra. Será ahora, porque hubo un tiempo en el que los crímenes estaban muy mal vistos por el sanedrín del premio Planeta. Alfonso Grosso y Fernando Quiñones, que perviven en las antologías y en la memoria de los buenos lectores, sufrieron la lacerante humillación de ser finalistas en dos ocasiones. En plena fiebre de los mal llamados narraluces. José Manuel Lara, el emigrante de El Pedroso que creó los premios, no arropó ese andalucismo literario de andar por casa y el jurado optó por autores que hicieron su carrera en Barcelona, como Juan Marsé (La muchacha de las bragas de oro) o Manuel Vázquez Montalbán (Los mares del sur), que derrotó en la final a la Hortensia Romero de Quiñones cuatro años antes de que volvieran a apear al domador de cangrejos caleteros y su canción del pirata.

Grosso fue finalista con La buena muerte y Los invitados, su particular lectura del crimen de los Galindos, a años luz de Florido Mayo, su macondo andaluz. Pese al doble varapalo, aceptó el mecenazgo de Lara para presentar en Sevilla en febrero de 1985, con bautismo de honores de Antonio Burgos, El crimen de las estanqueras, ese suceso con el que Alfonso Guerra estuvo a punto de toparse en primera persona según cuenta en sus memorias. El aire de un crimen dejó también a Juan Benet con el triste consuelo de subcampeón planetario.

El Planeta está llena de curiosas coincidencias. De los tres escritores que participaron en una expedición a Estambul, los dos varones, Eduardo Chamorro y Juan Benet, fueron finalistas. La mujer que les acompañó, Rosa Regás, sí ganó el Planeta. Quince años después de ser finalistas, se alzaron con el galardón en ediciones sucesivas Fernando Savater y Ángeles Caso. Habían escoltado en el podio, respectivamente, a Mario Vargas Llosa, que ganó el Nobel casi dos décadas después, y a Camilo José Cela, que lo obtuvo cinco años antes para júbilo de los telediarios, ese oráculo de Delfos que les dio a Letizia Ortiz y a Sara Carbonero un príncipe de Asturias.

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