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José Aguilar / Ignacio Martínez

La crisis y las autonomíasDebate nuclear inevitable

ME comenta un prestigioso profesional: "El Gobierno nos engañó a todos negando que hubiera crisis". Dado que él es dentista y yo le oigo tendido en el sillón de paciente, le doy la razón sin titubeos. Punto -y bisturí- en boca.

Pensándolo bien, y una vez superado el trance y ya sin coacción, creo que el médico acierta en su diagnóstico. La crisis, aunque la sigan llamando desaceleración, se incubó antes del otoño y ahora la tenemos en todo lo alto. Ha pasado ya por las inmobiliarias y constructoras, las hipotecas y el precio de la leche, el petróleo inaccesible y las ventas de coches, y ha llegado hasta el Rocío, que ya tiene que estar mala la cosa para que muchos andaluces no hayan ido este año a la aldea, ni los cabales por las arenas ni los malajes por carretera.

La crisis oficialmente negada ha alcanzado tal envergadura que ha habido quien ha pretendido convencer al Gobierno de que aplazaran las negociaciones sobre el nuevo sistema de financiación de las comunidades autónomas. No un cualquiera, sino Felipe González, en notorio artículo en su periódico favorito, al que respondió en el mismo sitio José Montilla, éste con el argumento de que Cataluña no puede esperar. Ya será menos... Como es tradición, Manuel Chaves se adhirió a la postura de Felipe. Ambos estimaban, con buen criterio, que lo prioritario es la crisis y que, precisamente por la crisis y su inevitable repercusión en el superávit del Estado, va a ser difícil repartir nada nuevo a las comunidades autónomas.

El presidente Chaves tuvo que recular en la ejecutiva federal del PSOE, que también preside, al posicionarse Zapatero en contra de cualquier demora. La dirección socialista acordó impulsar las negociaciones bajo una premisa y un pronóstico pletóricos de optimismo: que no se trata de un asunto de enfrentamientos territoriales y que habrá acuerdo entre todos los agentes implicados (Gobierno, barones del PSOE y barones del PP, comunidades ricas, pobres y mediopensionistas). No, si acuerdo va a haber casi con toda seguridad, entre otras cosas porque el Estatuto catalán pone fecha y el Gobierno tiene el compromiso de que el nuevo sistema entre en vigor el año que viene.

La cuestión está en saber quién va a ceder más en sus intereses. Se trata de decidir hasta dónde y hasta cuándo debe llegar la solidaridad de las regiones ricas con las pobres. Durante la bonanza, cuando hay mucho que distribuir, toda la clase política puede presentarse ante su clientela como triunfadora; al fin y al cabo, crecen los números absolutos de la aportación del Estado a cada comunidad, aunque se reduzca el porcentaje. Todo cambia, sin embargo, cuando enflaquecen las vacas y viene la crisis desmentida. Ahora.

LA Comisión Nacional de la Energía ha aprobado una subida de la tarifa de la luz del 11,3 por ciento, a partir del 1 de julio. Menos los pisos, todo sube y la electricidad no se queda atrás. Coincide la noticia con otra que destacaba ayer este diario: Zapatero rechaza abrir un debate sobre la energía nuclear pedido por Chaves. El marketing verde entonará la voz de alarma, pero celebro que el presidente de la Junta, hombre que peca de prudente por lo general, se atreva a plantear algo evidente: si queremos una energía relativamente barata y con un suministro estable, además de pensar en la eólica, solar o de biomasa, habrá que plantearse si apostamos por una tecnología moderna, como la que se está utilizando en Finlandia para construir la más importante central nuclear del mundo.

El profesor Lozano Leyva lo planteó en una Tribuna, publicada en este diario en enero, y que les invito a buscar en alguno de nuestros nueve periódicos; por ejemplo en http://www.eldiadecordoba.es/article/opinion/35166/andalucia/nuclear.html. El artículo de este catedrático de Física atómica con larga militancia en el campo de la izquierda contradice uno de los mitos izquierdistas. Lozano aventuraba que Zapatero anunciaría pronto que se abría un período de estudio de centrales de última generación. Ha fallado por poco; quien lo que planteado ha sido el presidente del PSOE y no su secretario general.

La central nuclear de Olkiluoto-3 es el buque insignia del llamado renacimiento nuclear. La levanta en Finlandia la multinacional pública francesa Areva, con la alemana Siemens. Es la primera central que se construye en Europa desde hace 15 años y Francia ya ha encargado otra en Flamanville (Normandía), con la misma tecnología. El cliente finlandés es TVO, que explota dos reactores nucleares y que en 2003 encargó el tercero a Areva/Siemens. El montante global de la construcción se calculó en 3.000 millones de euros. Greenpeace ha criticado los permanentes retrasos, sobrecostes y defectos de diseño del proyecto. A todos nos gustan más las energías limpias, a las que se dedica ya un tercio de las nuevas empresas de Silicon Valley. La leyenda negra de las nucleares, además, se ha alimentado en España con la reciente fuga radiactiva en la central de Ascó (Tarragona), propiedad de Endesa e Iberdrola. Sobre todo por las torpezas en su detección y falta de transparencia. Pero con el petróleo disparado de precio, con existencias limitadas y unos derivados tan contaminantes, el debate nuclear es inevitable.

Esta discusión que propone Chaves hay que hacerla en el ámbito europeo. La UE tiene que definir su política energética y su estrategia nuclear. No tiene sentido que Francia pueda construir centrales en nuestra frontera, con todos los riesgos, y nos exporte electricidad, mientras aquí porfiamos sobre galgos y podencos.

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