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Assim você me mata

Noche en el paseo marítimo. Aparcada en la acera hay una enorme limusina blanca con la puerta abierta y un chófer que espera sentado. No se ve pareja de novios ni follón de despedida de solteras. En el murete que da al mar se sientan cuatro niñas de unos ocho años flanqueadas por una madre y una abuela nada glamurosas. Cantan con vocecillas que quieren ser brasileiras y sensuales la canción de Michel Teló: "Delícia, delícia, assim você me mata...", y oscilan con sus hombritos de un lado a otro en una coreografía diminuta. La niña del medio lleva una banda sobre el pecho como las de Miss Mundo que dice: FELIZ CUMPLEAÑOS. Se apretujan tímidas mientras alguien graba esta pequeña fantasía loca en medio del huracán de la crisis. "Pueblo pobre, pueblo pobre", escribía Luis Martín-Santos en su novela Tiempo de silencio. Pueblo pobre, sí, este que derrocha lo poco que tiene en gestos tontilocos de "reina por un día" respondiendo a un atavismo ancestral (no sólo ostentación ridícula, sino algo relacionado con lo que los antropólogos llaman "potlach": el alarde rumboso de despreciar los bienes materiales). Este mismo pueblo pobre es el que poco a poco ha ido logrando que sus hijos (algunos de sus hijos) cursen estudios superiores. Hijos a veces muy inteligentes, trabajadores y brillantes, pero por término medio ni siquiera: en la enseñanza (desde la primaria hasta la superior) se acusa el bajo nivel sociocultural de Andalucía. Los recortes en educación se van a producir cuando, entre la universidad y las becas Erasmus, empezaba a quebrarse el ensimismamiento de un pueblo secularmente atrasado, carne más o menos feliz de los consuelos de la subcultura. Hace mucho que el sistema educativo marcha a la deriva, errático en sus objetivos y sin criterios efectivos de calidad. Pero esto no va a mejorar con un recorte del gasto en educación. Menos mal que, con el recorte también en sanidad, podremos conseguir que el pueblo pobre, después de derrochar lo poco que tiene y de hipotecarse hasta las orejas, muera antes (o viva menos). Lo cual será un alivio para el mercado y los bancos, y un gran ahorro para la Seguridad Social. Quizá, en el fondo, lo que se pretendía.

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