EFECTO MOLESKINE

Ana Sofía / Pérez / Bustamante

La huelga y yo

Aveces da la impresión de que el español tiene una mala relación con el trabajo, de ahí la picaresca secular. Entre aspavientos progres, lo cierto es que vivimos en un sistema capitalista, pero aquí todo se va en entorpecer al pequeño y mediano empresario y en exigir, más allá de la razón, todo tipo de garantías: trabajo fijo, Seguridad Social puntera, vivienda, pensiones, prejubilaciones. ¿Y con qué dinero? ¿Quién genera la riqueza, si los que verdaderamente ganan dinero -los bancos, las grandes empresas- lo evaden con sofisticadas ingenierías fiscales y no les pasa nada? Porque nuestra ley es la más permisiva y está hecha a mayor gloria del infractor. Por otra parte, el erario público (el dinero que usted y yo pagamos para que Hacienda seamos todos) se lo han comido nuestros representantes, esos políticos que han dado nuestro dinero a sus amiguetes para hacer negocios que al final no han consistido en nada (más que en engordar sus propios bolsillos). O se lo han comido tapando la boca a colectivos conflictivos que extorsionan al gobierno autonómico o nacional para que mantenga indefinidamente a cientos o miles de trabajadores sin trabajo pero cobrando salarios completos o casi completos, sin ninguna voluntad de reconvertir un sector laboral inviable o de hacer viable un sector laboral (compárese el paro de Navantia con la carga de trabajo de Dragados Off-Shore, en la Bahía de Cádiz). Me deprime un país donde los políticos son una casta intocable que nos roba impunemente (pienso en el ayuntamiento de Marbella, en la Comunidad Valenciana y de las Islas Baleares) y encima, cuando pertenecen a un partido de izquierdas, se permiten el recochineo de moralizar, como si un partido con tanto ladrón, golfo y hasta cocainómano y putero pudiera reclamarse heredero legítimo de los que perdieron la guerra civil. Y aunque los juzguen y condenen aquí nadie devuelve nada. ¿Y los representantes sindicales? Viven del mundo del trabajo pero sin trabajar, y ponen su celo en hacerse imprescindibles a base de entorpecer toda reforma racional. A mí todo esto, esta enorme falta de responsabilidad y civismo, me da tanto asco que el próximo jueves 29 de marzo pienso ir a trabajar.

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