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EN ROMÁN PALADINO

Rafael / Román Guerrero

Estado de sitio

HACE unos días se estrenó Estado de Sitio en el Teatro Falla con un frío aterrador y escuchamos tantas toses como voces. Las toses eran del público y las voces lógicamente provenían del escenario. Pero en un momento de la puesta en escena un grito del público atronó el Falla: "¡Qué frío!" Los actores, con rapidez de reflejos, lo incorporaron a la obra. Es una composición coral admirable, ambientada en Cádiz por el premio Nobel francés Albert Camús y supuso su particular homenaje a una nebulosa ciudad de la libertad, la nuestra.

Coincidía la representación con el estado de sitio particular gaditano que se vivió en el antiguo Valcárcel y en la Facultad de Filosofía y Letras. Siempre es difícil compatibilizar derechos. El de propiedad está limitado por la obligación de la conservación de los bienes culturales. El de expresión, por el derecho de los demás a expresarse donde han elegido libremente, en un acto cultural que no iba contra nadie. La libertad es para todos. Ahora bien, la irrupción de la Policía, sin reclamarlo el Rector presente y sorprendido en el acto, desconcierta. Su contundencia, asombra.

Llama la atención la coincidencia de ambos estados de sitio. Pero el nuevo Diego local -el protagonista gaditano y héroe teatral que se inmola por sus conciudadanos se llamaba así- acusa a la democracia en el salón de actos de Filosofía y Letras, como consta en los vídeos, de encontrarnos ante una democracia hermética. Nunca antes había oído ni leído esta expresión pero no está descaminada la intuición del Diego gaditano. Decir democracia hermética es referirse a una democracia que no es capaz de reformarse, y si no lo hace, se deforma. Y en esas estamos. Atenazados por arriba, por el eje Merkozy y su política que convertirá Europa en monacal, de tanta austeridad y ascetismo, y por abajo, por los sufrimientos sociales de precariedad, desempleo, nueva emigración juvenil y recortes como horizonte salvador.

Termino la historia del principio. El autor de Estado de Sitio -Camús- murió en una carretera recta en un accidente automovilístico, aparentemente tonto, pero según las últimas y truculentas revelaciones -siempre las tramas de la guerra fría- lo fue a manos del servicio secreto soviético (KGB) a causa de sus críticas a la invasión de Hungría de 1956. Cumplió, por tanto, el propio guión de su obra. Su grito de libertad sigue oyéndose, sin embargo, "en los cuatro rincones del cielo".

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