Los que solo vemos el fútbol por distraernos con la familia o los amigos y no entendemos de él tanto como para sentar cátedra quizá no lleguemos a razonar cómo en ese mundo, tan cerca y tan lejos de todos nosotros, ocurren algunas cosas difíciles de explicar salvo que se tome como parámetro la misma mercantilización de las personas que se produce en la sociedad en general.

El próximo lunes la FIFA entrega el Balón de Oro en Zúrich y, si todo va como tiene que ir, parece que Messi se lo llevará para casa. Aunque ser partícipe de las cábalas y los pronósticos no es de mi devoción, a lo más se lo llevará Cristiano. Los grandes delanteros se quedarían en nada sin un buen pasador que les pusiera los balones a huevo. De eso parece que sabe mucho Xavi, de trabajar en la sombra. Se cometería un acto de justicia universal si este "rey del toque", como lo define la FIFA en su perfil de Internet, trajera para Barcelona ese preciado balón en sus manos y no en las de La pulga.

Pero tirando del hilo, ¿qué estaría detrás del éxito de Xavi?. Sería Guardiola por disponer un equipo donde él es la bisagra que lo articula todo, sería la filosofía de un club que lleva desde la infancia preparándolo y dotándolo de unos valores de juego, sería la educación que ha recibido en su casa y que le imprime un carácter especial a la hora de trabajar. A lo mejor, también influye la labor del cuerpo de jardineros del Camp Nou, que le pone a sus pies una alfombra donde traza su magia constructora, o la calidad del equipo de preparadores y fisioterapeutas, que lo mantienen a tono. La prueba es la falta de diana que tienen Cristiano y Messi en sus respectivas selecciones. No se trata de restar méritos a nadie sino de darle a cada uno lo suyo. Quizá es que esto del fútbol no sea tan distinto al resto del mundo y se trate solo de vender camisetas. De ser guapo y rico.