EFECTO MOLESKINE

Ana Sofía / Pérez / Anasofia.pbm@uca.es

Hoy es siempre todavía

Con el ritmo cíclico que tiene casi todo, vuelve el otoño y empiezan las clases en la universidad. Pero este curso hay dos profesores de literatura española que no van a volver a las aulas porque acaban de jubilarse: Rosario Martínez Galán y Manuel Ramos Ortega. Son muchos años de convivencia con dos personas extraordinariamente profesionales, atentas, pacientes y educadas. Todos sabemos que el factor humano es fundamental en la enseñanza: no se trata sólo de información, sino de quién la elabora y cómo la transmite. Veo el despacho de Charo, ordenadísimo, y en él a sus alumnos colaboradores, con los que hasta ayer ha estado actualizando sus materiales pedagógicos para ponerse tecnológicamente al día. Su pasión por el teatro contemporáneo en general y la obra de Rafael Alberti en concreto. Sus clases-taller. Su preocupación discreta pero constante por todos aquellos estudiantes que en algún momento pasaron bajo sus alas y podían merecer una atención, una ayuda ("Hay una chiquita..."). Veo la puerta entreabierta del despacho de Manolo, y a él enfrascado ante la pantalla del ordenador, o bien en las largas sesiones de revisión de los muchos trabajos de investigación que ha dirigido (y va a seguir dirigiendo, porque Manolo no se va del todo). Tantos jóvenes a lo largo del tiempo acercándosele con respeto, con admiración, investido Manolo (con su melancolía, su humor, su aire engañosamente ausente) del aura misma de los poetas del 27 y los narradores del medio siglo, arrastrado él al fin por el vértigo de la escritura creativa. Son muchos años también de gestión universitaria: larga experiencia en avenir voluntades, capear temporales, hacer que las cosas estén a la altura de las circunstancias. Con su ritmo cíclico cubre la naturaleza y cubren las instituciones sus roles y sus huecos, pero las personas son únicas, y en ese sentido insustituibles. Llega este lunes con sabor a tango: "Adiós, muchachos, compañeros de mi vida...". Pero no es bueno sucumbir a la melancolía y uno se corrige. Gracias, Charo. Gracias, Manolo. En la cadena de la transmisión del saber, en la huella de la palabra, en la gratitud del discípulo hacia el maestro, hoy es siempre todavía.

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