Viernes Santo Horarios, itinerarios y recorridos del Viernes Santo en la Semana Santa de Cádiz 2024

Con la venia

Fernando Santiago

Asientos reservados

ESTA ciudad tiene unas constantes que se han mantenido a los largo de su historia. Hace tres mil años no había Sálvame de Luxe ni camisetas del Bicentenario ni carteles de pescaítos. Pero el espíritu gaditano se mantiene a lo largo de los siglos, inmutable. No sé si fueron los fenicios, que eran todos así. O los que aquí se quedaron, que salieron de Tiro y Sidon porque allí no había la más mínima posibilidad de un gañotazo. En ese caso se ha ido transmitiendo a través del ADN el carácter gaditano. Puede ocurrir también que el microclima de la isla gaditana convierta a la gente que vive en la ciudad en fanática del valvuleo. No puede ser el agua, ya que los romanos la traían del Tempul y luego llegaba de Los Hurones. En caso de que el agua tuviese algún tipo de mineral que alterase el comportamiento humano les ocurriría lo mismo que a nosotros a otras poblaciones del entorno. Puede que sean las mojarras, las lisas mojoneras, los cangrejos moros, los bugaíllos, las lapas o cualquier otro manjar de la zona que ha sometido a una alteración química las neuronas gaditanas. Puede ocurrir que el exigente régimen de vientos suponga una alteración en el comportamiento gaditano. Sea la genética, sea el ambiente, sea la alimentación, sea el clima o sea una combinación de todos esos factores, el asunto es que en Cádiz, desde tiempos remotos, ha gustado el valvuleo. Quien se piense que hemos inventado el gañotazo en las últimas décadas es que no ha estudiado nuestra historia. Lo más sorprendente de los últimos hallazgos en las ruinas del Teatro Romano no han sido grafitis, ni cáveas, ni columnas ni el tiempo que estuvo en uso. Lo más significativo ha sido descubrir que había una zona de asientos reservados, lo que es el cuello de toda la vida. Si alguien se pensaba que eso se inventó en tiempos de Mariscal y Beguiristáin, o que incluso el precursor fue Vicente del Moral, quien se piense que ha sido el gran Gorgue o cualquier otro dirigente popular, quien piense que el actual dirigente de los autores de carnaval, el singular Sendero Luminoso, ha sido quien ha puesto en marcha el reparto de entradas de cortesía, de protocolo o como se le quiera llamar, está muy confundido. Ya Balbo lo inventó, de ahí que apareciese lo de Balbo Latro, que era uno al que no le habían pasado unas invitaciones para acceder por la cara al teatro.

El Falla, al fin y al cabo, tiene una historia corta si se compara con la de la ciudad. Lo que allí ocurre no es más que el fiel exponente de una rancia tradición. El cuelo es atávico. Si se puede uno colar ¿para qué pagar? Así que junto con los carteles, las camisetas, los pines, las erizadas, las ostionadas y demás costumbres  gañotiles, de toda la vida en Cádiz ha gustado un entrar por la cara. Los que mandan porque piensan que es el signo del poder en la ciudad: presumir en las barras de los bares de tener pases de favor para el fútbol, el carnaval, tener pases VIP para cualquier recital. Y los que no mandan que le dan el cobazo al que manda. En la época romana, en la fenicia, en  la mora y en la castellana, mandando César Augusto, Carlos Díaz o Teófila Martínez. En Cádiz hay que trincar.

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