Luis manuel ruiz garcía. escritor

"La literatura tiene la función de servir de 'airbag' y amortiguar los choques"

  • Autor de títulos como 'Sólo una cosa no hay' o 'La habitación de cristal', el novelista sevillano ha conseguido alzarse con su primera colección de cuentos con el V premio de Relatos Cortes de Cádiz

En la cabecera de su blog , como un letrero en una puerta adolescente, se lee lo siguiente: "Bitácora de los amigos de las malas artes, los buenos libros y los crímenes perfectos". Luis Manuel Ruiz (Sevilla, 1973) ha reunido ya, bajo su nombre, suculentas historias. Y más que tiene -junto a los crímenes redondos- en su cabeza, en el laboratorio de ideas del que surgió Sesión continua, el libro de relatos con el que ha ganado el Cortes de Cádiz.

-¿Qué habría en el cártel de esa Sesión continua capaz de enganchar al que pasara por delante?

-Bueno, pues hay un poco de todo, y muchas cosas, espero, que llamarán la atención del viandante: hay historias de terror, de misterio, de ciencia ficción, de amor también, hay países exóticos y épocas remotas... En fin, todo un Hollywood a la mínima distancia de una estantería.

-¿Quiénes tendrían los papeles estelares?

-Los mismos que los han tenido siempre en mi literatura: yo no soy menos fiel a mis actores fetiche que Scorsese o Amenábar. A ver: el protagonismo indiscutible, creo, es de Jorge Luis Borges, aunque hay escenas en que Julio Cortázar o Augusto Monterroso podrían robarle bastantes planos. Entre los secundarios podemos contar con intérpretes de la talla de Howards P. Lovecraft, Edgar A. Poe, Italo Calvino, y tantos más que llenaría diez minutos de títulos de crédito.

-¿Aparece usted haciendo guiños, como haría Hitchcock?

-Cuando le preguntaron a Baroja cuál de sus personajes era un trasunto de él mismo, respondió: todos. Y yo digo lo mismo: lo quiera o no, aparezco en cada esquina y hablo por boca de cada uno de los figurantes. El oficio que más se asemeja al de escritor no es el de director teatral, como se cree por ahí, sino el de ventrílocuo.

-En el fallo del premio, el jurado destacó "la visión de una literatura deudora de una tradición muy amplia, que va desde Lovecraft hasta Borges, sin excluir referentes de la cultura de masas, como el cómic o el cine". No parece un logro fácil, alzar la cultura popular al nivel de lo culturalmente reconocido.

-Es este un reto en el que me embarqué desde que me puse a escribir por vez primera: aunar la cultura de masas y lo que se llama, antipáticamente, literatura seria. Un libro no tiene por fuerza que servir a uno de dos amos: puede ser, a la vez, una obra de calidad y seducir a una franja mayoritaria del público. Que la calidad, para ser tal, haya de estar restringida a una élite constituye un prejuicio no por arraigado menos falso.

-Con seis novelas publicadas, es difícil de creer que siempre se haya considerado "más cuentista que otra cosa".

-Empecé en esto de la literatura escribiendo cuentos, y aún lo hago cuando tengo alguna idea a la que no sé cómo sacar partido del todo: el cuento me ayuda a pulirla, a conocerla, a aprovechar sus huecos y evitar sus aristas... Es una especie de banco de pruebas. Además, mis autores favoritos, a los que admiro y plagio sin cesar, son casi todos cuentistas. Un buen cuento, si es bueno de verdad, está siempre por encima de la mejor novela; y también es más difícil de escribir.

-¿A lo largo de cuánto tiempo se han elaborado estos relatos?

-He ido escribiendo cuentos aquí y allá, sin orden ni concierto, porque me lo sugería una lectura o un paisaje, desde que empecé en esta profesión. Los que forman Sesión continua son una especie de antología, un muestrario de mis técnicas en distancias cortas.

-Afirma que escribe cuentos como una suerte de "laboratorio" literario. ¿Hay más criaturas en probeta?

-Pues sí, las hay. Como bien indica mi admirado Pablo de Santis, quizá el mayor escritor actual en lengua castellana, los cuentos no ofrecen dificultades: lo complicado son los libros de cuentos. Es decir, montar una selección donde los textos se hallen trabados de un modo orgánico para que entre ellos existan vínculos que sobrepasen la mera yuxtaposición en la página. Tengo muchos cuentos, pero he de ver qué libros de cuentos puedo construir con ellos.

-Hábleme de las virtudes del irrealismo.

-Decían William James y T. S. Eliot que el hombre es una criatura que no soporta demasiada realidad. La literatura tiene la función, creo, de servir de airbag al mundo y amortiguar los choques. Una dosis de irrealidad (¿me encontraré al girar la esquina con la mujer de mi vida? ¿Me encontraré con un vampiro? ¿Encontraré un billete de 500 euros? ¿Encontraré la muerte?) es tan necesaria a la existencia como los excipientes a un medicamento.

-¿Diría que la sociedad actual es experta en evasiones?

-Diría que por muchas evasiones que se fabriquen pocas pueden competir con la potencia de la literatura. Cuando hablo de literatura me refiero tanto a la escrita como a la oral: cuando cuenta su vida, sus vacaciones, sus amoríos todo el mundo hace literatura; recrea; introduce irrealidad.

-Un reciente número del Analytical Chemistry desencriptaba así el olor de los libros antiguos: "Una combinación de notas untosas con un toque de ácidos y una pizca de vainilla sobre una base mohosa". ¿El e-book triunfará cuando sea capaz de reproducir este olor de estornudo?

-El e-book triunfará de cualquier manera, y tampoco hay que ponerse tremendo o melancólico por eso; supondrá un mero cambio de formato con ventajas incluidas. En cuanto al olor de estornudo, quedará para los fetichistas incurables como este servidor, igual que las cartas de amor, las pipas y todas las cosas inútiles: esas cosas que, al fin y al cabo, hacen la vida deliciosa.

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