Cultura

Póstumo Chano

Siempre tenía la misma sensación: Era la última vez que lo escuchaba. El carácter en cierto modo 'póstumo' de sus actuaciones, que afortunadamente fueron muchas, daba a Chano Lobato un aura particular. Era como asistir a un fin de época, como el último quejío, el último melisma de un cantaor inalcanzable que resumía en su persona y su cante el cristalizado del Cádiz más flamenco, del genuino, perfecto, acabado esplendor de la ciudad que inventó el cante, y el baile. Y todo lo que se quiera por ese lado de la gracia, el compás y el modo genuino, propio e indiscutido del Flamenco... de Cádiz.

Desde el mítico Mellizo, un río caudaloso atraviesa la historia flamenca de Cádiz. Pero Enrique puede que sea el estandarte, o el sillar visible de todo un precipitado de arte venido del hondón musical del tiempo. Los hitos tendrían sus nombres propios: Aurelio Sellés, Santiago Donday, Manolo Vargas, Pericón, Antonia La Perla y su madre Rosa, los Chaqueta, Beni, Conchita y Bendito, Juan Villar... Y el sinfín de anónimos o semi anónimos cantaores, tocaores y bailaores gaditanos que han puesto en lo más alto el pabellón de la ciudad de la sal clara, o la claridad salada.

Ahora sí va a ser definitivamente póstumo Chano Lobato, pero su recuerdo será vívido siempre. Porque fue un personaje -y una persona, no se olvide- excepcional. Un gaditano cabal, hecho de la gracia de Cádiz y de las palabras que nombran lo indefinible que conforma lo gaditano, o sea, la magia de las palabras que cuentan el duende, que endulzan una historia hecha demasiadas veces de privaciones, humillaciones y tristezas, resumen desgraciado de muchos años de flamenco de colmaos, cuartos y velás.

Chano, que venía de ese pasado de buscarse la vía, y de cantar 'atrás', movió todo el escalafón del cante ocupando las corbatas de todos los escenarios y los primeros puestos en las listas de todos los festivales. Desde la humildad y cuando otros toman la senda del retiro arrasados de gargantas y fuelles, nuestro hombre de la calle Botica del barrio de Santa María, consolidaba un lugar que pocos gaditanos tuvieron nunca. Cantaba entre aquí y aquí, pero lo bordaba todo con el huracán amable de su gracia y de toda la sabiduría que atesoró desde su infancia flamenca por las calles de Cádiz.

Definitivamente póstumo, Chano Lobato ha empezado ahora a ser inmortal. El Dios de la verdad, el bien y la belleza lo acoja entre los elegidos.

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