Cultura

Television y Ramones, dos formas de fundir los plomos en el sótano

"Siempre habíamos sido bastante raros. Las letras de Tom están llenas de triples juegos de palabras, y no tenía voz de cantante. Creo que el sonido que emite una cabra cuando la degüellas se parece bastante. De todos modos, nunca tomó clases de canto. Lo que está claro es que no es una voz para que te pinchen por la radio". Ése es el diagnóstico de Richard Lloyd, virtuoso guitarrista de Television, la pareja de Tom Verlaine -cantante del grupo, el Tom de la parrafada anterior-, el otro puntal de una banda sobre cuya arquitectura sonora se ha construido buena parte de lo que se ha edificado después en el rock. Y también van a pasar cuarenta años.

Porque si The Modern Lovers es de 1976, Marquee Moon, el primer disco de Television, sale al año siguiente, dando a luz una nueva forma y un estilo radicalmente distinto a la música de guitarras. Ya en plena escena punk, Television parecen menos punk que nadie. ¿O precisamente son lo más punk? Desde luego no se asemejan a ningún otro grupo. En lo fundamental, la música, es evidente que no, y en lo accesorio -eso tan atrayente para los fans, interesados cuando no obsesionados con esas cuestiones- tampoco: Verlaine y Lloyd, junto a Fred Smith y Billy Ficca forman un combo que no necesita disfrazarse (como los Modern Lovers), llevan el pelo corto ¡y llegan a dar conciertos tocando sentados! ¿Se ha visto algo más punk en pleno amanecer punk? Su transgresión está en los surcos de Marquee Moon, una colección de ocho canciones que también dinamita el concepto de composiones raudas y cortas y con escasos acordes: Television se sitúa en el otro extremo al ensamblar composiciones instrumentales sobre el diálogo urbanita y nocturno de las guitarras de Verlaine y Lloyd, tan enigmático que todavía hoy resulta complicado, por no decir imposible, buscar una etiqueta para este grupo. Es por ello precisamente tan influyente.

Como lo han sido los Ramones -su mítico primer disco también es ya un cuarentón-, esa pandilla con cuya camiseta te topas hoy en día a la vuelta de cada esquina aunque muchos de quienes la visten no tengan ni idea de qué es lo que llevan puesto: les gusta y punto. Ellos fueron otros de esos recuperadores del rock'n'roll, lo despojaron de los pesados ropajes con los que lo estaban disfrazando de fantoche adinerado y lo devolvieron a su hábitat natural, a los sótanos y los garajes, espídico y mugriento, febril y adolescente, ansioso e insatisfecho, vacío de pretensiones y cargado de deseo -ese I wanna (quiero) tan clásico-, primario y rabioso como todos los que se apiñaban a un palmo de las zapatillas de Joey Ramone para escucharle cantar encadenando canciones una tras otra sin hablar -"quien quiera oir hablar que vaya a una conferencia, no a un concierto de rock", era su máxima- en la catacumba del CBGB, el antro-templo del Bowery neoyoquirno en el que se dieron a conocer, el tugurio que programaba bolos de grupos de country, blue-grass y blues y cuyo propietario les abrió las puertas y les prestó el escenario -a ellos y a tantos otros- para que fundieran los plomos.

Television, en una estampa genuinamente neoyorquina. Abajo, los Ramones en acción.

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