Cultura

El sainete del Títere

  • Desde su inauguración oficial en mayo de 2013, el Museo del Títere sólo cuenta con la colección de Ismael Peña Ni rastro de La Tía Norica ni del centro documental

Pieza, ¿dramática?, en un acto. Ese parece el presente del Museo del Títere de nuestra ciudad que desde su tercera inauguración -sí, tercera- en mayo de 2013 se eterniza en su primera fase. Y es que, según se explicaba en diversas informaciones de aquel año, este equipamiento cultural arrancaba sólo con la colección de Títeres del Mundo de Ismael Peña (la única que actualmente se puede contemplar) para, posteriormente, incluir la colección de La Tía Norica y culminar su diseño museográfico con un centro documental sobre ambas exposiciones. Como se puede comprobar con una simple visita al centro, los dos últimos objetivos del plan aún no se han cumplido.

De hecho, de los 1.500 metros cuadrados útiles con los que cuenta este centro cultural que nació tras la rehabilitación de las bóvedas de Santa Elena, sólo se puede visitar la primera planta. Un espacio amplio, sí, y bien acondicionado. Luminoso, cuidado, donde luce parte de las más de 300 piezas de la colección de Peña que el Ayuntamiento de Cádiz compró en 2008 por 180.000 euros. Sin embargo, la concepción estática de este espacio -con una museografía tradicional consistente sólo en la mera exhibición de las obras- no parece responder a las expectativas ni del propio Peña ni del Consistorio, a tenor del proyecto, mucho más ambicioso, que se presentó hace unos años.

"Un centro museístico vivo", que debe "complementarse con salas para talleres, charlas y proyecciones que enriquezcan la muestra", deseaba Ismael Peña para la que fuera su colección, ya que rechazaba "los museos meramente expositivos, y más, en el caso de los títeres". Estos anhelos, que pronunció en noviembre de 2011, coincidían entonces con la intención municipal que apuntaba "a la habilitación de varias bóvedas para este tipo de actividades, así como dependencias para exposiciones temporales". Más concretamente, en el proyecto inicial se contaba con un Centro de Documentación de las Artes Escénicas, videoteca, biblioteca teatral y sala de exhibiciones para representaciones puntuales de títeres, todo ello enriquecido por los fondos de la compañía gaditana La Tía Norica, del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz y otros cedidos por centros nacionales y autonómicos (información de Diario de Cádiz, 22 de julio 2010).

Aunque, posteriormente, del Centro de Documentación de las Artes Escénicas no se volvió a hablar, sí que se mantuvo la intención de traer a estas dependencias la colección de más de 200 piezas de La Tía Norica y el fondo documental tanto de las colecciones (Peña y Tía Norica) y del FIT. Es más, incluso se intentó llegar a un acuerdo con la Junta de Andalucía para que los títeres originales de La Tía Norica, que el Ministerio de Cultura adquirió en 1978 y que la entidad autonómica custodia en el Museo Provincial de Cádiz, se exhibieran en el Museo del Títere.

Pese a todo, nada de lo anteriormente expuesto se ha llevado a cabo. Sí es cierto, tal y como informan fuentes del actual gobierno municipal, que ya está en marcha la compra de vitrinas, cubos expositivos, paneles informativos y elementos señalíticos que, presumiblemente, irán destinados a la planta baja del edificio donde se ubicaría la colección de La Tía Norica.

Si, finalmente, esta segunda fase se ejecuta, los visitantes podrán tener una visión mucho más completa de en qué consistió la recuperación de las bóvedas de Santa Elena que, anteriormente, acogían las dependencias de Bomberos.

Y es que para conocer el origen de estas bóvedas como Museo del Títere hay que retrotraerse hasta 2010 cuando en mayo la junta de Gobierno Local aprobó la adjudicación de las obras de transformación a UTE Serrot por un presupuesto de 1,6 millones de euros. Obras que se iniciaron en julio de ese mismo año. Tras unos cuantos miles de euros más, -a 1,8 millones de euros ascendió el coste final- la rehabilitación se hizo realidad gracias a los fondos del Plan Español para el Estímulo de la Economía y el Empleo , el llamado Plan E.

Entonces llegó el tour de inauguraciones. La primera, la del equipamiento, simple y llanamente. La segunda, un mes después con dos exposiciones de arte contemporáneo. Y, tras varias muestras más del Bicentenario, la tercera y definitiva inauguración, con la colección de Ismael Peña, que tuvo lugar en mayo de 2013.

En esos tres años que distan entre la primera y última inauguración, también se informó a los medios de comunicación de la recuperación de otros espacios cercanos a este gran centro cultural que es el Museo del Títere. Uno de los más llamativos, y esperados, elementos que se ponía en valor con la obra en las bóvedas de Santa Elena era la conexión con el foso de las Puertas de Tierra donde se levantaba la guardería El Pelíkano. Este encantador rincón -aún hoy- abandonado de la ciudad cobraba nueva vida y posibilidades gracias a una gran escalera que conecta ambos espacios. Así, este cordón umbilical posibilitaba que el foso fuera escenario "para actos culturales y sociales", (Diario de Cádiz, 28 agosto 2011). Otro escenario con el que se parecía contar en aquellos momentos era con el patio que aúna las bovedas del Museo con la Audiencia Provincial.

También diversos actos culturales se esperaban en la sala multiusos con la que cuenta el Museo del Títere en su planta baja y que, en este tiempo, sólo ha sido utilizada puntualmente para ruedas de prensa y taller de restauración del propio museo.

La utilización de esta sala multiusos es un caso paradigmático de la actividad del propio centro. De esta forma, más allá de las visitas a la exposición permanente, el Museo del Títere tiene poca actividad. Quizás cuando más suena y brilla es durante el Festival Internacional del Títere, ya que se convierte en uno de sus escenarios -para nada, el principal- con actuaciones para escolares y público familiar y algún que otro taller infantil.

El centro también cuenta con un programa de visitas guiadas para grupos que dirige el técnico municipal y componente de la compañía La Tía Norica, Eduardo Bablé. Eso sí, previa reserva. Sin embargo, si un conjunto de visitantes acuden al museo de manera improvisada, lamentablemente, la museografía no les ayudará a comprender la importancia de la colección de Títeres del mundo.

Y es que, quizás, en un espacio de nueva proyección, y en pleno siglo XXI, parece imprescindible una museografía destinada al público objetivo de este centro, que no es otro que el infantil, recordemos, una generación nativa de las nuevas tecnologías. O, al menos, con una vocación didáctica en su contenido. Ya sea sólo con los títeres de Ismael Peña, o incrementando su oferta con la colección de La Tía Norica y como centro documental.

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